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20 de noviembre de 2012

Encuentro cercano del quinto tipo (Kramer)



Aún podía sentir en mi mandíbula el puñetazo que mi nueva vecina Bell me había clavado tras llamarme “pervertido”.  ¡“Pervertido” no es la palabra para alguien que apenas husmea un escote! No es mi culpa que ella llevara esa camiseta, ni mucho menos que tuviera ese cuerpazo... Ufff… Pero lo que más me jodió fue que no pude leer nada en ella, ¡NADA! Fue como estar ante un telón negro y apenas oir una voz lejana, como un eco, repitiendo algunas palabras aisladas que ahora no logro recordar porque su fuerte golpe (o su pronunciado escote) me desconcentró totalmente.
Mis vecinas se sumaban a mi lista de objetivos. Tenía que investigarlas. Por un segundo, mi naturaleza nefi paranoica se alzó para decirme que tal vez los Grigori habían enviado a esas sexies criaturas para vigilarme a mí. ¿Pero qué eran? ¿Una nueva raza de híbridos? Imposible, yo debería saberlo, ¿no? A menos que…
–¿Me estaré volviendo viejo? –pensé en voz alta, algo que preferí no responderme.
Fui a la cocina en busca de algo de beber y no hallé más que 2 botellas vacías.   
Lo malo de instalarse en un nuevo sitio (además de conocer a los vecinos) es tener que llenar el refrigerador y la alacena, entre otras cosas, y lo que yo más necesitaba en ese momento era un par de cervezas, así que me eché una carrera hasta el supermercado que había a unas pocas calles del piso.
¿Ya dije que odio ir al supermercado? Me enferma, sobre todo esos estúpidos carritos. Prefiero cargar todo en mis dos manos que pasearme arrastrando uno de esos tontos carros de metal incómodos de maniobrar. Hay personas que tienen un rechazo injustificado hacia los paraguas y prefieren mojarse bajo la lluvia que llevar uno, ¿cierto? Bueno, yo odio los carros de supermercado.