Las había
ayudado a combatir a ese grupo de cazadores, les había hecho ahorrar un dineral
en el supermercado, había matado a la estúpida araña microscópica, y aún así
solo recibía desprecio y más desprecio de parte de esas dos mujeres. ¿Qué es lo
que pretendían? Además de enviarme al patíbulo sin siquiera saberlo, porque
ahora los cazadores (al menos un grupo de ellos) ya estaban al tanto de mi presencia aquí
y de la existencia de ellas. Tenía que encontrar a alguno y leerlo para
descubrir qué tanto sabían ellos, cuánto habían informado a los demás y qué
planes futuros tramaban. Si los Vidal se enteraban de que yo estaba aquí, mis
días estaban contados.
Problema tras
problema, eso era lo que me topaba desde mi llegada a esta maldita ciudad.
—Bien, manos a
la obra —me dije después de tomar mi anhelada ducha (interrumpida por mi
cordial vecina), y me vestí rápidamente para salir a por cigarrillos y algo de
comer, y con eso último me refiero a algún cazador a quién sacarle
información antes de cenarlo.
Sin embargo, mis
planes se vieron truncados cuando al salir del edificio vi en la otra calle a
Bell ,caminando sola a pasos apresurados. ¿Adónde se dirigiría mi simpática were-vecina
a estas horas de la noche? ¿Y por qué no estaba con Savannah? Hasta donde
sabía, no dejaba sola a su querida hermanita mucho tiempo.
La calle
estaba desierta, así que aceleré como guepardo para aparecerme a su lado y
decirle con una de mis sonrisas idiotas:
—Hallo, Schöne.
Ella dio un respingo
veloz, casi como un relámpago, y sujetó mi cuello con fuerza por puro acto
reflejo.