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26 de mayo de 2012

«Caperucita roja y el…» ¡Sorry! Cuento equivocado. «La niña y el cerdo arrogante.» (Savy)


Apresuré el paso y llegué al bazar al que tanto había querido entrar desde nuestro paso por la mueblería. Así que, sin más demoras, sonreí ampliamente y empujé la puerta de vidrio haciendo sonar una campanilla de cristal. Al instante, dos mujeres, que se encontraban en el fondo del local, nos miraron de mala manera. Bufé molesta e intenté por todos los medios posibles ignorarlas. Aunque seguía sin poder entender que le pasaba a esta gente. Los sujetos de la mueblería nos habían estado echando el ojo de la misma manera durante todo el tiempo que habíamos estado allí. Nos miraban como si estuviéramos a punto de robarles. Claro, que eso había cambiado cuando mi Sisar plantó delante de ellos el dinero en efectivo de nuestro gasto.
—Vámonos a otro lugar a comprar —me murmuró entonces Bell totalmente fastidiada.
—No, me gusta la vajilla de este lugar —protesté—. La compraré aquí. Le guste a quien le guste, le pese a quien le pese.
Bell siseó entre dientes y se cruzó de brazos. Sí, yo podía ser muy terca. Tanto que nadie podía contradecirme en la mayoría de los casos. ¿Y para que negarlo? Me encantaba ser de aquella manera. Disfrutaba ver como solían desquiciarse al no poder hacerme entrar en razón.
—Bueno, tu compra que yo te espero afuera —me dijo entonces mi Sisar.
—No… ¡Anda! ¡Ayúdame a elegir!
—Savy, es solo… —movió sus manos en el aire abarcando las estanterías—, vajilla. -Se encogió de hombros—. Da igual que sea negra, naranja o fucsia.
—¿Fucsia? -repetí horrorizada—. Tienes un mal gusto por las cosas.
Bell suspiró y meneó la cabeza.
—Por favor… —murmuré utilizando mi arma secreta. Los ojitos de perro mojado.
—No hagas esa cara —bufó  y yo ladeé mi cabeza hacia un lado para darle mas dramatismo. Y no pasaron ni cinco segundos para que sediera—. ¡Argh! ¡Vale!
Sonreí feliz y me di la vuelta marcando las cosas que llevaríamos. Sentía una gran felicidad haciendo esta trivialidad de compras que hasta me sentía tonta. Pero… Es que solo así parecíamos una familia normal. De esas que salen de paseo los fines de semana y que van de compras cada tanto para cosas de su casa. Y yo… Yo quería imaginar que nuestra estadía en Londres nos convertiría en eso. En una familia feliz y tranquila por mucho, mucho tiempo. Convertiría aquel piso en un cálido hogar donde nuestras preocupaciones quedarían exiliadas de él.

21 de mayo de 2012

Por fin un hogar!! (Bell)

    -Anda, sisar, apúrate ya -arrastraba a una muy dormida Savy.
    -Pero si no he dormido casi nada y tú me traes a ver cualquier cosa. Sabes que mi cerebro no funciona hasta después del medio día - Refunfuñaba así desde que la desperté hacía cuarenta minutos.
    -Tenemos que conseguir un piso cuanto antes y lo sabes. -No sabía cuantas veces había repetido esa frase en este tiempo, pero como siempre caía en oídos sordos.
    -¿Y eso no puede esperar hasta después de las las doce del día? -gritaba mi morena hermana, haciendo aspavientos con los brazos.
    -No hagas escenas, sisar. -La miré con dureza, ese momento era su llamada para advertirle que me estaba molestando más de la cuenta.

    Con brazos cruzados y haciendo un mohín se calló mi pequeña hermana, mientras yo observaba todo a mi alrededor, eso de vivir en estado de paranoia ya se había hecho parte de mí. Caminamos una cuadra más allá del metro y la dirección que buscaba apareció ante nosotras. El lugar era perfecto, los accesos estaban bien y había buenos lugares alrededor para perdernos si algo se presentaba de improviso y podíamos vivir un buen tiempo sin tener que correr tanto. En la entrada de un conjunto de departamentos se encontraba una señorita con traje sastre color gris oscuro, una camisa blanca acompañaba el conjunto y un apretado moño en la cima de su cabeza. Una falsa sonrisa de vendedora se instaló en su cara cuando nos vio acercarnos.