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5 de diciembre de 2012

Superman al rescate, digo... Kramer (Savy)


Estaba tan molesta que podía destrozar todo lo que había a mi alrededor. No lograba entender por qué a Bell le costaba tanto dar un simple «gracias». Yo podía comprender que ella no quería relacionarse con nadie, pero no había que ser tan grosera. Además, nos gustara o no, terminaríamos conviviendo con él. Nosotras no íbamos a mudarnos y Kramer tampoco. Estaba segura. Así que, aunque no quisiera, Bell debía aceptar la presencia de él entre nosotras.
—Savy… —Bell susurró mi nombre mientras ingresaba a la habitación—. Savy —me llamó otra vez pero yo no moví ni un músculo, seguía parada junto a la ventana mirando hacia el exterior. La escuché suspirar para luego aspirar y volver hablar—: ¿Comerás algo? Estoy preparando la cena. Haré pollo con…
—No, gracias —repliqué—. No tengo apetito.
—Tienes que alimentarte, no has bebido sangre desde nuestra llegada. Al menos debes comer algo.
—Quizás más tarde —murmuré.
Y entonces el silencio regresó a la habitación y la luz que provenía del pasillo desapareció cuando Bell cerró la puerta del cuarto. Sabía exactamente lo que mi sisar pensaba en esos momentos, aunque no tuviera la posibilidad de invadir su mente, era algo como… «Uff… ¿Cuándo dejará de comportarse como una niña?». Así también sabía cuál sería mi respuesta en el caso de que sus pensamientos salieran al aire. «Nunca. Me encanta ponerte de los nervios».
Suspiré y dejé que la brisa nocturna llegará hasta a mí mientras cerraba los ojos. ¡Como extrañaba correr bajo el manto de la noche en medio del bosque! Extrañaba mi hogar… Mi familia. A veces me daba ganas de entregarme a mis «rastreadores» y permitir que Bell pudiera vivir con tranquilidad.
Bufé molesta y me obligué a mí misma a no andar pensando esas cosas o después mi sisar andaría regañándome más de la cuenta. Abrí por completo el ventanal y di un salto para colocarme en el marco. Aspiré hondo varias veces y, tras contar hasta tres y cerciorarme de que no había nadie cerca, salté a la calle. Necesitaba tomar aire con urgencia.

20 de noviembre de 2012

Encuentro cercano del quinto tipo (Kramer)



Aún podía sentir en mi mandíbula el puñetazo que mi nueva vecina Bell me había clavado tras llamarme “pervertido”.  ¡“Pervertido” no es la palabra para alguien que apenas husmea un escote! No es mi culpa que ella llevara esa camiseta, ni mucho menos que tuviera ese cuerpazo... Ufff… Pero lo que más me jodió fue que no pude leer nada en ella, ¡NADA! Fue como estar ante un telón negro y apenas oir una voz lejana, como un eco, repitiendo algunas palabras aisladas que ahora no logro recordar porque su fuerte golpe (o su pronunciado escote) me desconcentró totalmente.
Mis vecinas se sumaban a mi lista de objetivos. Tenía que investigarlas. Por un segundo, mi naturaleza nefi paranoica se alzó para decirme que tal vez los Grigori habían enviado a esas sexies criaturas para vigilarme a mí. ¿Pero qué eran? ¿Una nueva raza de híbridos? Imposible, yo debería saberlo, ¿no? A menos que…
–¿Me estaré volviendo viejo? –pensé en voz alta, algo que preferí no responderme.
Fui a la cocina en busca de algo de beber y no hallé más que 2 botellas vacías.   
Lo malo de instalarse en un nuevo sitio (además de conocer a los vecinos) es tener que llenar el refrigerador y la alacena, entre otras cosas, y lo que yo más necesitaba en ese momento era un par de cervezas, así que me eché una carrera hasta el supermercado que había a unas pocas calles del piso.
¿Ya dije que odio ir al supermercado? Me enferma, sobre todo esos estúpidos carritos. Prefiero cargar todo en mis dos manos que pasearme arrastrando uno de esos tontos carros de metal incómodos de maniobrar. Hay personas que tienen un rechazo injustificado hacia los paraguas y prefieren mojarse bajo la lluvia que llevar uno, ¿cierto? Bueno, yo odio los carros de supermercado.

2 de octubre de 2012

Seguramente es un truco... (Bell)



¿Pero qué demonios había pasado ahí dentro? ¡No podía creer la desfachatez de ese tipo! Sentía mi furia bullir bajo la piel, pero no podía perder el control con tanta gente alrededor. Más adelante arreglaría las cosas con él. Esa cosa que hizo con la pobre humana no me sentaba nada bien.

-¿Viste lo bien que lo hizo el vecino, sisar? –brincaba a mi alrededor mi hermana totalmente emocionada, todo lo contrario a como yo me sentía-. A lo mejor no es tan malo a como creíamos. Y tan mal que lo tratamos ayer...

-Savy, ni una palabra más de ese tipo en mi presencia. –Le clavé una dura mirada cuando ella hacía puchero y sacaba el labio inferior-. Tal vez ese tipo te hizo lo mismo que a esa pobre humana y por eso estas actuando de esta manera tan empática con él.

-Pero, sisar… -sus ojos totalmente abiertos como si no pudiera creer mis palabras.

-Claro, eso fue lo que pasó contigo. Tengo que averiguar qué cosa es ese tipo para que pueda encantar a alguien como nosotros. Tal vez es un mago muy poderoso. – Estaba más que segura que algo de ese “encanto” había afectado a mi hermana, no había otra explicación para que se pusiera de su lado después de tan arrogante actitud.

Seguí dándole vueltas al asunto. La magia existía en todos lados, nosotras eramos la prueba de eso, pero nunca había conocido a nadie tan poderoso para causar algún cambio en nuestra raza. Mis pensamientos estaban muy ocupados pensando en eso cuando esa voz llegó a mis sensibles oídos. Lo miré mientras mi morena compañía ya estaba brincando alrededor del cerdo arrogante.

-Muchas gracias por la ayuda. No sabía que se podía hacer algo así. –Savy se puso a su lado con ojos soñadores. Definitivamente algo le había hecho a mi hermana.

-No hay de que, somos vecinos –dirigió su mirada hacia mí y levantó una ceja-. ¿Cierto?

-No sé qué rayos fue lo que hiciste y no me importa. Solo mantente lejos de nosotras. –Savy me miraba con la boca abierta– Vámonos, Savannah.

Sin decir más me giré y caminé dentro del elevador. Al comprobar que mi hermana ya estaba dentro conmigo, apreté el botón de cerrar puertas sin dejar que el indeseable hombre entrara con nosotras. Arqueó una ceja y un lado de su boca se levantó en un asomo de sonrisa, yo alcé el mentón en reto y sin dejar de verlo a los ojos.

-Sisar, fuiste muy grosera con Kramer -me reprochó Savy-. Lo único que hizo fue ser amable y ayudarnos como buen vecino. –Sabía que venía una rabieta en cuanto la morena puso sus brazos en jarras y su pie comenzó a golpear el piso.

-No me importa si haces arder Troya de nuevo. No puedes ser tan confiada con nadie alrededor o vas a hacer que nuestra estancia aquí termine antes de comenzar. – Mi fría mirada detuvo su diatriba y sus ojos comenzaron a llenarse de lagrimas–. Voy a investigar qué y quién es ese vecino molesto. Mientras tanto, no quiero que te acerques a él.

Savy salió molesta del elevador y abrió la puerta como una tromba. Dejó todas las bolsas botadas y se fue corriendo a lo que sería su habitación y encendió luego el estéreo.
«Hogar, dulce hogar, fue mi pensamiento cuando cerré la puerta de entrada y caminé dejando las bolsas, mientras pensaba en lo que iba a cocinar y mi mente se trataba de despejar después de tan “entretenida” tarde.

31 de julio de 2012

El Santa del super... (Savy)

Me quedé mirando la puerta luego de que Bell le hubiera dado el golpe en medio de la mandíbula al arrogante ese y después cerrado de un portazo. Enseguida, mi Sisar se había regresado a limpiar y caminar de un lado a otro mientras repetía la mala suerte que teníamos de haber conocido a un sujeto así de idiota. Suspiré y, tras vaya a saber cuántos minutos, seguí haciendo mis quehaceres pensando si de verdad era mala suerte o cosa del destino haber conocido a… ¿Cómo dijo que se llamaba? ¿Kraken? ¿Kraki? ¡Ah! Sí, Kramer.
—Kramer…
Susurré entonces tan suavemente como para saborear su nombre y descubrir todas esas cosas que me inquietaban de él. Porque todo de ese sujeto me llamaba como si él fuera un acertijo caminante. Sin embargo, y como debía suceder, no pude hallar ni una respuesta. «No eres una vidente, tonta», me espetó mi vocecita y yo simplemente bufé molesta. Tenía que dejar de pensar en él o me comenzaría a dar dolor de cabeza.
—Savy… —me llamó entonces Bell—. Falta hacer espacio en la sala para cuando lleguen los muebles.
—Oki —contesté caminando hacia allí—. ¿Luego vamos al supermercado?
—Sí, hay que comprar víveres y…
—¿Helado? —inquirí esperanzada, interrumpiéndola.
—Sí, y helado —rió ella.

5 de junio de 2012

Vecinos invasores (Kramer)

Me pasé casi todo el día visitando a los pocos vecinos e influyéndolos para que se largaran del edificio, pues resulta que no quiero a ningún humano demasiado cerca. Suelo traer la cena a casa y no me gustan los testigos potenciales.
La mayoría de los inquilinos son jóvenes, algunos estudiantes de otras ciudades; otros, simples turistas. El punto es que nadie es dueño, este es un edificio de pisos amueblados parar rentar, lo que hizo más fácil mi trabajo, pero no por ello menos tedioso. Me las arreglé para obtener algunas breves pero útiles lecturas de sus vidas y a los más inquietos les “recomendé” unas lindas vacaciones en la Polinesia, mientras que a otros simplemente les comenté un poco sobre la inseguridad del vecindario, el elevado precio de la renta y el mal funcionamiento de las cañerías; tan sencillo como compartir una agradable charla y clavarles una mirada invasora para interferir la voluntad y terminar de convencerlos. Todos cabecearon como idiotas dándome la razón, excepto uno que mostró algo de resistencia (sangre de cazador tenía que tener el muy imbécil), así que no tuve más opción que ejercer cierta presión digamos… física: estamparle la cabeza contra la pared y decirle que acababa de comprar todo el maldito edificio y que planeaba prenderlo fuego con o sin él dentro de éste. Funcionó, su mirada vacía y expresión de niño asustado me lo confirmó, y yo pude regresar a mi apartamento tranquilo y seguro de que todos se irían muy pronto.
Encendí la tv para ver las noticias, pero era más de lo mismo: la crisis económica en la eurozona, más muertos inocentes en Siria y una Londres convulsionada por el Jubileo de Diamante de la puta reina y los inminentes Juegos Olímpicos; las medidas de seguridad se incrementan cada día y la paranoia de posibles ataques terroristas son moneda corriente.
–Jódanse, piratas de mierda –pensé en voz alta–. Si no se hubieran mandado tantas cagadas en todos sus siglos de historia, no tendrían nada qué temer.
Sí, lo sé. Mi pensamiento anti-colonialista y mi odio hacia esta apestosa isla siempre encuentran la manera de salir a flote.

26 de mayo de 2012

«Caperucita roja y el…» ¡Sorry! Cuento equivocado. «La niña y el cerdo arrogante.» (Savy)


Apresuré el paso y llegué al bazar al que tanto había querido entrar desde nuestro paso por la mueblería. Así que, sin más demoras, sonreí ampliamente y empujé la puerta de vidrio haciendo sonar una campanilla de cristal. Al instante, dos mujeres, que se encontraban en el fondo del local, nos miraron de mala manera. Bufé molesta e intenté por todos los medios posibles ignorarlas. Aunque seguía sin poder entender que le pasaba a esta gente. Los sujetos de la mueblería nos habían estado echando el ojo de la misma manera durante todo el tiempo que habíamos estado allí. Nos miraban como si estuviéramos a punto de robarles. Claro, que eso había cambiado cuando mi Sisar plantó delante de ellos el dinero en efectivo de nuestro gasto.
—Vámonos a otro lugar a comprar —me murmuró entonces Bell totalmente fastidiada.
—No, me gusta la vajilla de este lugar —protesté—. La compraré aquí. Le guste a quien le guste, le pese a quien le pese.
Bell siseó entre dientes y se cruzó de brazos. Sí, yo podía ser muy terca. Tanto que nadie podía contradecirme en la mayoría de los casos. ¿Y para que negarlo? Me encantaba ser de aquella manera. Disfrutaba ver como solían desquiciarse al no poder hacerme entrar en razón.
—Bueno, tu compra que yo te espero afuera —me dijo entonces mi Sisar.
—No… ¡Anda! ¡Ayúdame a elegir!
—Savy, es solo… —movió sus manos en el aire abarcando las estanterías—, vajilla. -Se encogió de hombros—. Da igual que sea negra, naranja o fucsia.
—¿Fucsia? -repetí horrorizada—. Tienes un mal gusto por las cosas.
Bell suspiró y meneó la cabeza.
—Por favor… —murmuré utilizando mi arma secreta. Los ojitos de perro mojado.
—No hagas esa cara —bufó  y yo ladeé mi cabeza hacia un lado para darle mas dramatismo. Y no pasaron ni cinco segundos para que sediera—. ¡Argh! ¡Vale!
Sonreí feliz y me di la vuelta marcando las cosas que llevaríamos. Sentía una gran felicidad haciendo esta trivialidad de compras que hasta me sentía tonta. Pero… Es que solo así parecíamos una familia normal. De esas que salen de paseo los fines de semana y que van de compras cada tanto para cosas de su casa. Y yo… Yo quería imaginar que nuestra estadía en Londres nos convertiría en eso. En una familia feliz y tranquila por mucho, mucho tiempo. Convertiría aquel piso en un cálido hogar donde nuestras preocupaciones quedarían exiliadas de él.

21 de mayo de 2012

Por fin un hogar!! (Bell)

    -Anda, sisar, apúrate ya -arrastraba a una muy dormida Savy.
    -Pero si no he dormido casi nada y tú me traes a ver cualquier cosa. Sabes que mi cerebro no funciona hasta después del medio día - Refunfuñaba así desde que la desperté hacía cuarenta minutos.
    -Tenemos que conseguir un piso cuanto antes y lo sabes. -No sabía cuantas veces había repetido esa frase en este tiempo, pero como siempre caía en oídos sordos.
    -¿Y eso no puede esperar hasta después de las las doce del día? -gritaba mi morena hermana, haciendo aspavientos con los brazos.
    -No hagas escenas, sisar. -La miré con dureza, ese momento era su llamada para advertirle que me estaba molestando más de la cuenta.

    Con brazos cruzados y haciendo un mohín se calló mi pequeña hermana, mientras yo observaba todo a mi alrededor, eso de vivir en estado de paranoia ya se había hecho parte de mí. Caminamos una cuadra más allá del metro y la dirección que buscaba apareció ante nosotras. El lugar era perfecto, los accesos estaban bien y había buenos lugares alrededor para perdernos si algo se presentaba de improviso y podíamos vivir un buen tiempo sin tener que correr tanto. En la entrada de un conjunto de departamentos se encontraba una señorita con traje sastre color gris oscuro, una camisa blanca acompañaba el conjunto y un apretado moño en la cima de su cabeza. Una falsa sonrisa de vendedora se instaló en su cara cuando nos vio acercarnos.

30 de abril de 2012

Banquete frustrado (Kramer)


¿Quieren saber qué me sucedió en el famoso Dick & Fanny, ese club que leí en la ebria drogadicta que olía a cazadores mientras intentaba mamármela sin éxito? Pues el Dick & Fanny era un maldito club gay, ¡eso sucedió!; una fiesta gay para ser más exacto (con ese nombre, no sé cómo no lo imaginé), y se llevaba a cabo en The CAMP Basement, a unas pocas calles de donde estaba.
Luego del encontronazo con las “turistas candentes” en el baño del otros club, mi dirigí a The CAMP y solo dure unos diez minutos allí dentro, hasta que algo de un metro ochenta con peluca azul, labios fucsias y pestañas plateadas de 2 kilómetros me pellizcó el trasero. Era la mujer más horrible que había visto en mi vida, aunque no era una mujer precisamente. Bueno, tampoco era un hombre… o sí. En fin, ustedes me entienden. ¿Pero saben que fue lo peor? Que percibí sangre de cazador en ella o él o lo que mierda sea.
Ese sitio era mucho más enfermante que el club anterior: la música, la gente, las luces, los olores… Yo no soy telépata, pero fue muy fácil darme cuenta que lo único en lo que esa gente pensaba era sexo, sexo, bebidas, drogas y más sexo (y no del convencional). Y no me malinterpreten, no tengo nada en contra de todo eso, al contrario, pero en ese momento me preocupaba más mantener intacto mi culo que mis tímpanos.
A veces pienso que jamás lograré adaptar mis oídos a estos tiempos posmodernos: la música electrónica me sigue resultando odiosa. Puedo soportar algo de Armin Van Buuren, David Guetta, incluso disfrutar de Kraftwerk o Depeche Mode, pero lo que sonaba era demasiado para mí. Todo ese ambiente era una enorme maza de ruido y energías mezcladas que no me permitía pensar con claridad y lo que más me inquietaba era que había demasiados cazadores. No sé porqué no me sorprende que la sangre de cazador esté presente en un gran número de londinenses. Lo bueno es que, al parecer, la mayoría no se desarrolla como tal, de lo contrario, yo no estaría escribiendo esto ahora. Resulta curioso –y beneficioso- que tantas personas puedan llevar dentro un gran instinto asesino y que este no despierte jamás.

27 de marzo de 2012

Ducha dulce Ducha (Bell)

Cómo demonios estar enfadada con esta diablilla, si por más que lo intento no puedo dejar de escuchar esa risa y ver esos ojos brillar cuando algo la tiene en ese estado. En tan poco tiempo había perdido tanto... Será mejor no recordar.
Caminé hacia la puerta de la habitación y metí la tarjeta llave. Savy estaba canturreando algo de lo cual no prestaba atención, sabía en el fondo que tenía que ver con el hombre del club, no quería pensar en eso, porque así como había afectado a mi pequeña Sisar, también me había afectado a mí su presencia. Todo en él denotaba peligro, así que era mejor estar lo más lejos posible de ese tipo.
-El baño es mío –corrió Savy hacia la única puerta de la habitación. Yo sonreí  mientras giraba mi vista por todo lo demás.
-Solo no te tardes, que yo también quiero ducharme. –Me senté en la cama y comencé a quitarme las botas de combate, todo el cuerpo me dolía. Giré la cabeza de un lado a otro y mi cuello tronó un poco, estaba total y completamente contratucturada.
-Lo siento, Sisar, pero hay una tina y me voy a tardar. –Condenada niña, todavía tenía el descaro de reírse a carcajada limpia.
- Si no sales en 20 minutos, destellaré y te sacaré de ahí como estés. –Me encanta hacerla rabiar por cosas tan pequeñas.
-¡Eso no es justo! –gritó al otro lado de la puerta.
-¡Claro que es justo! Tú entraste primero. Si te hubieras esperado, podrías haberte duchado después y tardado lo que quisieras. –Por un momento cerré lo ojos y otra mirada vino a mi mente. Agité la cabeza y me senté, no quería pensar más en él. 

27 de febrero de 2012

El extraño sujeto y la Barbie... (Savy)

Bien,  si al llegar a la estación, este lugar me había parecido lo bastante tranquilo, esa alucinación ya no existía. ¿Quién demonios era aquel sujeto? ¿Y qué hacía con aquella mujer en el baño de aquel club? «¿Tú qué crees? Jugando a las escondidas no creo.» Me espetó mi amiga la vocecita y tuve ganas de hacerla desaparecer para siempre. Sin embargo, sabía que cualquier intento sería pérdida de tiempo. Me mordí el labio inferior y sujeté con más fuerza mi bolso al sentir un escalofrío recorrer mi espalda… Y es que de solo pensar en él una extraña sensación me invadía. Nunca había sentido eso para con alguien que solo había visto un par de minutos. Aspiré hondo y apresuré mis pasos tras Bell.
De todas formas no importaba nada, ni siquiera aquel sujeto, yo tenía el presentimiento que nuestra estadía en Londres, ya fuera a corto o largo plazo, cambiaría nuestras vidas. Sobre todo por los desconocidos que nos habíamos topado en la calle. ¿Quienes eran? ¿Qué querían? Nos habían llamado «Bestias asquerosas.» Sabían que no éramos humanas, pero no quienes realmente. Era muy extraño. 
Suspiré y pasé un mechón de mi cabello tras mi oreja. Recién habíamos llegado a Londres y ya había más interrogantes de los que había acumulado durante toda mi vida.
-Ya deja de pensar en aquel tipo.
Pestañeé y detuve mi andar tras escuchar la voz de Bell.
-¿Qué tipo? -inquirí intentando sonar lo más inocente posible.
Sin embargo, mi sisar giró sobre sus pies y sus ojos se clavaron en los míos. Los cuales decían claramente: «-Confiésalo,  no mientas.»
-Sabes muy bien quien -espetó arrebatando la guía de mis manos-, no te hagas. -Abrí la boca para decir algo a mi favor, pero ella ya tenía la palabra nuevamente-. Además, es fácil saberlo… Sigues en la misma página de restaurantes, te estás mordiendo el labio inferior y…-Entrecerró los ojos-, tus mejillas están sumamente coloradas.
-¡No es cierto! -protesté sabiendo que seguramente tendría el rostro como un tomate en esos momentos.
-Claro que sí… -canturreó ella para seguir su camino. 

23 de enero de 2012

Maten al DJ (Kramer)

La noche se había instalado en la ciudad y yo en un cómodo apartamento en el vecindario de Shoreditch. Lo había descubierto en Internet y vine directo de la estación. Por suerte estaba disponible y no tuve que perder tiempo persuadiendo a nadie para conseguirlo. Lo bueno es que estoy cerca de varias galerías de arte (como White Cube, que planeo visitar en algún momento); lo malo es que tengo algunos vecinos ―en su mayoría jóvenes y bastante entrometidos― que ya estuvieron espiando al “recién llegado”. Tendré que deshacerme de ellos luego. Será sencillo hacer que se larguen a otro sitio con unas simples palabras “amables”.
Si bien todos los nefis manifestados compartimos ciertas habilidades en común, como la persuasión o manipulación de la voluntad ajena y la lectura de recuerdos y emociones, cada uno suele contar con un don particular: algunos se comunican con los animales, otros controlan los elementos; hay quienes pueden sanar heridas, mientras que otros tienen la capacidad de pudrir cualquier cosa. Este es mi caso, yo destruyo todo lo que toco, literal y metafóricamente. Se requiere de mucha práctica y un buen maestro que sepa potenciar tus dones y arreglar tus cagadas, y yo fui un afortunado que tuvo a Caín como mentor, uno de los nefis más poderosos hoy en día. Él me ayudó a desarrollar mi psicometría para leer a los humanos, a aprovechar esas lecturas para influirlos y manipularlos, y también me enseñó el placer de la antropofagia. Una pena que ahora esté prohibida.
¿En qué estaba? Humm… Sí, iba a contarles sobre mi primera noche aquí. Tomé mi abrigo para salir a la calle y luché para encender un cigarrillo mientras el viento nocturno me abofeteaba de frente. Digna recibida para un nefi.
—Aaahh… ―suspiré con una sonrisa en el rostro―, Odio Londres ―una sonrisa irónica, claro.
Hace ciento veinte años esta ciudad se veía muy diferente. El humo de los trenes y las fábricas no lo dejaban respirar a uno y no creo que haga falta comentar el repugnante olor a mierda que emanaba el Támesis, destino final de todos los desperdicios humanos. Sí, en aquel entonces Londres apestaba ―y lo sigue haciendo―; era un maldito nido de cazadores, maloliente, sucio y repulsivo. Por eso nos enviaron a Caín, a mí y a otros a rescatar a los pocos nefis que quedaban vivos. Y luego la cagamos, cuando provocamos la Masacre que nos llevó a una condena interminable. Ciento cincuenta años de clausura en un estúpido monasterio cartujo. Más años de vida desperdiciados. Ya había pasado unos cuantos encerrado por delitos menores, ¿pero un siglo y medio solamente por matar cazadores? ¡Joder, deberían habernos condecorado! Pero no, fue todo lo contrario. Al menos no nos mataron. ¿Por qué? Pues supongo que somos demasiado valiosos, sin embargo de alguna forma teníamos que escarmentar. Tuve suerte de conseguir al poco tiempo la libertad condicional a cambio de trabajo comunitario y, créanme, ya perdí la cuenta de todas las estupideces que me obligaron a hacer.

19 de enero de 2012

Encuentros... (Bell)

Llevábamos rato caminando sin rumbo fijo y no había visto hoteles en ningún lado, solo un club una calle más atrás. La falta de sueño me estaba comenzando a afectar.
―Ya no quiero seguir caminando más ―se quejó Savy.
Odio cuando me hace esos pucheros y ojitos de gatito tierno.
―¿Quién tiene la culpa de marcar en el mapa todos los lugares turísticos en vez de ser práctica y marcar los hoteles, metro y vías de escape por si nos encuentran? ―espeté yo. Está bien, está bien, ese exabrupto no debió salir tan mal. 
Me miró con los ojos acuosos y se me partió el corazón. 
Cerré los ojos, respiré profundo, conté más de diez y la miré de nuevo esperando estar más tranquila.
―Discúlpame, yo también estoy cansada, Savy. Debemos comer algo y buscar dónde pasar la noche. Mañana iremos al banco a cambiar el dinero por libras. Lo bueno es que nuestras cuentas no son rastreables, creo que nos quedaremos un tiempo aquí.
Le sonreí y sus ojos comenzaron a brillar de expectación. Le encanta conocer bien la ciudad a la que lleguemos. 
Caminamos un par de calles más. La noche nos envolvía y la verdad es que no veía la hora de encontrar un sitio donde descansar bien de una buena vez. De repente sentí que alguien nos seguía. Volteé disimuladamente y ví a dos tipos con mala cara. Tenían la mirada clavada en nosotras de una manera que puso todos mis sentidos en alerta.
―Savy, apresura el paso ―le dije sigilosamente y ella me miró confundida.
La tomé de la muñeca y la hice avanzar más aprisa. Pude escuchar detrás que los tipos también lo hacían. ¡Demonios, nos estaban siguiendo! No habíamos pasado ni veinticuatro horas en Londres, ¿y ya nos habían  encontrado? Pero estos tipos eran humanos, no olían a vampiros ni nada. Aunque con el fuerte viento que soplaba era posible que no pudiera olerlos bien.
Pensé que tal vez solo quieran robarnos. Pues se iban a llevar una gran sorpresa.
―Bell, me estás lastimando ―se quejó Savy pues, sin darme cuenta, estaba apretando su muñeca con mucha fuerza.
―¡Vamos! ―le dije y la guié al primer callejón oscuro que encontré.

15 de enero de 2012

El comienzo de la nueva travesía... (Savy)

El sol comenzaba a ocultarse cuando, por fin, el tren se detuvo en la estación de Old Street, del barrio Shoreditch. Y entonces, no pude evitar sonreír agradecida. Llevábamos viajando casi todo el día completo a causa de los trasbordos y cambios de línea del metro. Estaba cansada y con deseos de una ducha caliente, esa era la verdad, pero nunca iba a decirlo en voz alta. ¿La razón?  Porque solo obtendría de respuesta por parte de Bell algo como… «Aguántate». 
La observé de reojo unos instantes. Mi hermana parecía desbordar las ganas que tenía de establecerse en Londres por un  tiempo. ¿Y para que negarlo? Yo también. Porque aquel lugar me parecía perfecto para nosotras. Era el mejor sitio para dos personas que intentaban ocultarse.
Suspiré y me puse de pie mientras tomaba mi bolso del suelo y el jefe del vagón daba la señal de que pronto el tren volvería a ponerse en marcha para seguir su recorrido.
Yo sabía que Bell no era feliz. Estaba completamente segura que no le había agradado en lo absoluto el haber dejado nuestro hogar para tener que recorrer, desde entonces, toda Europa. Pero teníamos que huir; debíamos escapar de ellos.
Fruncí el ceño y apreté la mandíbula con fuerza de solo pensar en eso.
Ellos… ¿Quiénes eran? No estábamos muy seguras, sin embargo teníamos sospechas. ¿Qué querían? Eso lo teníamos muy claro. A mí. Sonreí de lado. Y es que no todos los días te encuentras con una mestiza. Una chica de sangre Cárpata y Were. Alguien que, para la raza Carpatiana, es capaz de caminar bajo los rayos del sol libremente… ¿Verdad?

14 de enero de 2012

Quien fui, quien soy ¿tú sabes? (Bell)

Una were de cabellos rojos es algo demasiado raro de donde provengo. Imaginen todas las bromas que tuve que soportar en mis años de cachorra. ¿Que qué es un were? Bueno, es una explicación un poco larga, así que les daré un pequeño resumen. Los weres somos humanos con la capacidad de transformarnos en animales o viceversa, somos lo que muchos llamarían «cambiaformas», pero no somos como dicen en las pelis, ni en los libros, que llega un monstruo, te muerde y a partir de ese momento estás maldito. Nosotros somos seres mágicos que nacimos con esa capacidad, sí hay una leyenda acerca de dónde aparecimos y déjenme decirles que somos más viejos que la misma religión.  
Lo único que puedo decir es que nuestra especie vive aproximadamente mil años y que los destinos -brujas de la mitología griega- se encargan de darnos a nuestras parejas del alma (a veces pienso que disfrutan jodiéndonos la vida). Existen dos especies de nosotros: unos somos humanos y nos transformamos en animales y otros son animales que se transforman en humanos. Podemos viajar en el tiempo y el espacio, pero está prohibido cambiar algo del pasado, pues puede crear una paradoja y… Bueno, al final todos morimos. Ah, pero no todos los Weres pueden viajar en el tiempo y destellar de un lugar a otro, les cuesta mucho trabajo, especialmente cuando olvidan aparecer su ropa. Hay una especie de elite dentro de nosotros, somos como los soldados, con una magia intensa y no es por nada, pero somos bastante fuertes, lástima que papá nunca quiso que entrara en las filas de la milicia. Ya me estoy yendo por otro lado. El punto es que todos los weres que quieren viajar en el tiempo, normalmente deben esperar a la fabulosa luna llena, es el momento en que la magia está más fuerte.

13 de enero de 2012

La abstinencia del viajero (Kramer)

Cuando llevas más de cinco siglos en este mundo, todo te resulta aburrido. Y cuando llevas más de cinco horas viajando en tren, sientes que la raya del culo ha pasado a mejor vida.
Al principio pensaba que era una suerte de semidiós, hasta que conocí a otros como yo y advertí que “dios” no era la palabra correcta sino, de hecho, el antónimo. “Semidemonio”, esa era la palabra; “nefi”, el apelativo. “Híbrido”, “heredero”, “demonio” o “nefilim”, de todas formas, me seguía sintiendo omnipotente; y a pesar de todos esos nombres bonitos, aún sigo sin saber por completo qué soy en realidad.
Cuando los hombres no pueden explicar racionalmente lo que ven, apelan a la fe, y la mitología ha dominado a la humanidad por siglos, aún lo hace, por esa razón nos creen producto de la unión prohibida entre demonios y humanos. Crearon mitos alrededor nuestro, demasiados, pero yo nunca le he visto la cara a Dios ni al Diablo, jamás recibí nada de ellos y no les debo nada tampoco. No me creo esa basura del linaje místico, pienso más bien que somos un error de la Naturaleza, algo que le salió mal y que por esa razón estamos condenados a desaparecer.
Los humanos al principio me resultaban divertidos, pero luego pasaron de criaturas entretenidas a seres predecibles y monótonos. Para mí, como para muchos otros nefis ―aunque ya no somos “muchos”― los humanos son fácilmente manipulables. Sentir sus emociones es inevitable, potenciarlas es lo divertido y alimentarse de la energía generada, lo necesario. Un simple temor yo puedo convertirlo en pavor, un mínimo deseo puedo volverlo una incontrolable lujuria, un pequeño enojo puedo hacerlo una ira explosiva… Los humanos son demasiado vulnerables y, como seres emocionales que son, puedo manejarlos como marionetas insulsas.
Tampoco los nefis somos una copia barata de Linda Blair en El Exorcista. Lucimos como cualquier otro ser humano, pues en parte lo somos, excepto cuando nos manifestamos, pero eso no me sucede con mucha frecuencia, a menos que me hagan enfadar demasiado o me pase cerca de alguna bruja neófita practicando un hechizo de invocación. Por supuesto somos muy longevos, fuertes, hábiles y prácticamente invulnerables. Eso debería hacernos mucho más aptos para controlar este mundo, ¿no? Bueno, en cierta forma, lo hacemos.