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23 de enero de 2012

Maten al DJ (Kramer)

La noche se había instalado en la ciudad y yo en un cómodo apartamento en el vecindario de Shoreditch. Lo había descubierto en Internet y vine directo de la estación. Por suerte estaba disponible y no tuve que perder tiempo persuadiendo a nadie para conseguirlo. Lo bueno es que estoy cerca de varias galerías de arte (como White Cube, que planeo visitar en algún momento); lo malo es que tengo algunos vecinos ―en su mayoría jóvenes y bastante entrometidos― que ya estuvieron espiando al “recién llegado”. Tendré que deshacerme de ellos luego. Será sencillo hacer que se larguen a otro sitio con unas simples palabras “amables”.
Si bien todos los nefis manifestados compartimos ciertas habilidades en común, como la persuasión o manipulación de la voluntad ajena y la lectura de recuerdos y emociones, cada uno suele contar con un don particular: algunos se comunican con los animales, otros controlan los elementos; hay quienes pueden sanar heridas, mientras que otros tienen la capacidad de pudrir cualquier cosa. Este es mi caso, yo destruyo todo lo que toco, literal y metafóricamente. Se requiere de mucha práctica y un buen maestro que sepa potenciar tus dones y arreglar tus cagadas, y yo fui un afortunado que tuvo a Caín como mentor, uno de los nefis más poderosos hoy en día. Él me ayudó a desarrollar mi psicometría para leer a los humanos, a aprovechar esas lecturas para influirlos y manipularlos, y también me enseñó el placer de la antropofagia. Una pena que ahora esté prohibida.
¿En qué estaba? Humm… Sí, iba a contarles sobre mi primera noche aquí. Tomé mi abrigo para salir a la calle y luché para encender un cigarrillo mientras el viento nocturno me abofeteaba de frente. Digna recibida para un nefi.
—Aaahh… ―suspiré con una sonrisa en el rostro―, Odio Londres ―una sonrisa irónica, claro.
Hace ciento veinte años esta ciudad se veía muy diferente. El humo de los trenes y las fábricas no lo dejaban respirar a uno y no creo que haga falta comentar el repugnante olor a mierda que emanaba el Támesis, destino final de todos los desperdicios humanos. Sí, en aquel entonces Londres apestaba ―y lo sigue haciendo―; era un maldito nido de cazadores, maloliente, sucio y repulsivo. Por eso nos enviaron a Caín, a mí y a otros a rescatar a los pocos nefis que quedaban vivos. Y luego la cagamos, cuando provocamos la Masacre que nos llevó a una condena interminable. Ciento cincuenta años de clausura en un estúpido monasterio cartujo. Más años de vida desperdiciados. Ya había pasado unos cuantos encerrado por delitos menores, ¿pero un siglo y medio solamente por matar cazadores? ¡Joder, deberían habernos condecorado! Pero no, fue todo lo contrario. Al menos no nos mataron. ¿Por qué? Pues supongo que somos demasiado valiosos, sin embargo de alguna forma teníamos que escarmentar. Tuve suerte de conseguir al poco tiempo la libertad condicional a cambio de trabajo comunitario y, créanme, ya perdí la cuenta de todas las estupideces que me obligaron a hacer.

19 de enero de 2012

Encuentros... (Bell)

Llevábamos rato caminando sin rumbo fijo y no había visto hoteles en ningún lado, solo un club una calle más atrás. La falta de sueño me estaba comenzando a afectar.
―Ya no quiero seguir caminando más ―se quejó Savy.
Odio cuando me hace esos pucheros y ojitos de gatito tierno.
―¿Quién tiene la culpa de marcar en el mapa todos los lugares turísticos en vez de ser práctica y marcar los hoteles, metro y vías de escape por si nos encuentran? ―espeté yo. Está bien, está bien, ese exabrupto no debió salir tan mal. 
Me miró con los ojos acuosos y se me partió el corazón. 
Cerré los ojos, respiré profundo, conté más de diez y la miré de nuevo esperando estar más tranquila.
―Discúlpame, yo también estoy cansada, Savy. Debemos comer algo y buscar dónde pasar la noche. Mañana iremos al banco a cambiar el dinero por libras. Lo bueno es que nuestras cuentas no son rastreables, creo que nos quedaremos un tiempo aquí.
Le sonreí y sus ojos comenzaron a brillar de expectación. Le encanta conocer bien la ciudad a la que lleguemos. 
Caminamos un par de calles más. La noche nos envolvía y la verdad es que no veía la hora de encontrar un sitio donde descansar bien de una buena vez. De repente sentí que alguien nos seguía. Volteé disimuladamente y ví a dos tipos con mala cara. Tenían la mirada clavada en nosotras de una manera que puso todos mis sentidos en alerta.
―Savy, apresura el paso ―le dije sigilosamente y ella me miró confundida.
La tomé de la muñeca y la hice avanzar más aprisa. Pude escuchar detrás que los tipos también lo hacían. ¡Demonios, nos estaban siguiendo! No habíamos pasado ni veinticuatro horas en Londres, ¿y ya nos habían  encontrado? Pero estos tipos eran humanos, no olían a vampiros ni nada. Aunque con el fuerte viento que soplaba era posible que no pudiera olerlos bien.
Pensé que tal vez solo quieran robarnos. Pues se iban a llevar una gran sorpresa.
―Bell, me estás lastimando ―se quejó Savy pues, sin darme cuenta, estaba apretando su muñeca con mucha fuerza.
―¡Vamos! ―le dije y la guié al primer callejón oscuro que encontré.

15 de enero de 2012

El comienzo de la nueva travesía... (Savy)

El sol comenzaba a ocultarse cuando, por fin, el tren se detuvo en la estación de Old Street, del barrio Shoreditch. Y entonces, no pude evitar sonreír agradecida. Llevábamos viajando casi todo el día completo a causa de los trasbordos y cambios de línea del metro. Estaba cansada y con deseos de una ducha caliente, esa era la verdad, pero nunca iba a decirlo en voz alta. ¿La razón?  Porque solo obtendría de respuesta por parte de Bell algo como… «Aguántate». 
La observé de reojo unos instantes. Mi hermana parecía desbordar las ganas que tenía de establecerse en Londres por un  tiempo. ¿Y para que negarlo? Yo también. Porque aquel lugar me parecía perfecto para nosotras. Era el mejor sitio para dos personas que intentaban ocultarse.
Suspiré y me puse de pie mientras tomaba mi bolso del suelo y el jefe del vagón daba la señal de que pronto el tren volvería a ponerse en marcha para seguir su recorrido.
Yo sabía que Bell no era feliz. Estaba completamente segura que no le había agradado en lo absoluto el haber dejado nuestro hogar para tener que recorrer, desde entonces, toda Europa. Pero teníamos que huir; debíamos escapar de ellos.
Fruncí el ceño y apreté la mandíbula con fuerza de solo pensar en eso.
Ellos… ¿Quiénes eran? No estábamos muy seguras, sin embargo teníamos sospechas. ¿Qué querían? Eso lo teníamos muy claro. A mí. Sonreí de lado. Y es que no todos los días te encuentras con una mestiza. Una chica de sangre Cárpata y Were. Alguien que, para la raza Carpatiana, es capaz de caminar bajo los rayos del sol libremente… ¿Verdad?

14 de enero de 2012

Quien fui, quien soy ¿tú sabes? (Bell)

Una were de cabellos rojos es algo demasiado raro de donde provengo. Imaginen todas las bromas que tuve que soportar en mis años de cachorra. ¿Que qué es un were? Bueno, es una explicación un poco larga, así que les daré un pequeño resumen. Los weres somos humanos con la capacidad de transformarnos en animales o viceversa, somos lo que muchos llamarían «cambiaformas», pero no somos como dicen en las pelis, ni en los libros, que llega un monstruo, te muerde y a partir de ese momento estás maldito. Nosotros somos seres mágicos que nacimos con esa capacidad, sí hay una leyenda acerca de dónde aparecimos y déjenme decirles que somos más viejos que la misma religión.  
Lo único que puedo decir es que nuestra especie vive aproximadamente mil años y que los destinos -brujas de la mitología griega- se encargan de darnos a nuestras parejas del alma (a veces pienso que disfrutan jodiéndonos la vida). Existen dos especies de nosotros: unos somos humanos y nos transformamos en animales y otros son animales que se transforman en humanos. Podemos viajar en el tiempo y el espacio, pero está prohibido cambiar algo del pasado, pues puede crear una paradoja y… Bueno, al final todos morimos. Ah, pero no todos los Weres pueden viajar en el tiempo y destellar de un lugar a otro, les cuesta mucho trabajo, especialmente cuando olvidan aparecer su ropa. Hay una especie de elite dentro de nosotros, somos como los soldados, con una magia intensa y no es por nada, pero somos bastante fuertes, lástima que papá nunca quiso que entrara en las filas de la milicia. Ya me estoy yendo por otro lado. El punto es que todos los weres que quieren viajar en el tiempo, normalmente deben esperar a la fabulosa luna llena, es el momento en que la magia está más fuerte.

13 de enero de 2012

La abstinencia del viajero (Kramer)

Cuando llevas más de cinco siglos en este mundo, todo te resulta aburrido. Y cuando llevas más de cinco horas viajando en tren, sientes que la raya del culo ha pasado a mejor vida.
Al principio pensaba que era una suerte de semidiós, hasta que conocí a otros como yo y advertí que “dios” no era la palabra correcta sino, de hecho, el antónimo. “Semidemonio”, esa era la palabra; “nefi”, el apelativo. “Híbrido”, “heredero”, “demonio” o “nefilim”, de todas formas, me seguía sintiendo omnipotente; y a pesar de todos esos nombres bonitos, aún sigo sin saber por completo qué soy en realidad.
Cuando los hombres no pueden explicar racionalmente lo que ven, apelan a la fe, y la mitología ha dominado a la humanidad por siglos, aún lo hace, por esa razón nos creen producto de la unión prohibida entre demonios y humanos. Crearon mitos alrededor nuestro, demasiados, pero yo nunca le he visto la cara a Dios ni al Diablo, jamás recibí nada de ellos y no les debo nada tampoco. No me creo esa basura del linaje místico, pienso más bien que somos un error de la Naturaleza, algo que le salió mal y que por esa razón estamos condenados a desaparecer.
Los humanos al principio me resultaban divertidos, pero luego pasaron de criaturas entretenidas a seres predecibles y monótonos. Para mí, como para muchos otros nefis ―aunque ya no somos “muchos”― los humanos son fácilmente manipulables. Sentir sus emociones es inevitable, potenciarlas es lo divertido y alimentarse de la energía generada, lo necesario. Un simple temor yo puedo convertirlo en pavor, un mínimo deseo puedo volverlo una incontrolable lujuria, un pequeño enojo puedo hacerlo una ira explosiva… Los humanos son demasiado vulnerables y, como seres emocionales que son, puedo manejarlos como marionetas insulsas.
Tampoco los nefis somos una copia barata de Linda Blair en El Exorcista. Lucimos como cualquier otro ser humano, pues en parte lo somos, excepto cuando nos manifestamos, pero eso no me sucede con mucha frecuencia, a menos que me hagan enfadar demasiado o me pase cerca de alguna bruja neófita practicando un hechizo de invocación. Por supuesto somos muy longevos, fuertes, hábiles y prácticamente invulnerables. Eso debería hacernos mucho más aptos para controlar este mundo, ¿no? Bueno, en cierta forma, lo hacemos.