Cuando supe que Bell ya no estaba en el piso,
corrí hacia el cuarto de baño. Me daría una ducha y saldría a recorrer la
ciudad. ¿Ella pensaba que me quedaría encerrada? Seguramente antes lo hubiera hecho,
pero no iba a suceder esa noche. Y es que no sabía la razón, empero desde
nuestra llegada a Londres, me sentía prisionera en todos lados. Era como si, en
cada lugar que pisaba, me introducía en una jaula. Nunca me había pasado. En
ningún lugar, ni en ningún momento. Sin embargo, estaba segura que mi lado
were-panther era que el gruñía por ser libre, el que arañaba mi alma pidiendo
escapar. Lo que también sabía era que si Bell regresaba y no me encontraba, me
echaría la bronca.
—A la mierda —murmuré—. Si ella sale, yo
también.
Así que, sin darle más vueltas al asunto, me
dispuse a llevar a cabo mis planes de una noche para exclusiva para olvidar. No
habría Cazadores, Traidores, ni nada. Seríamos mi libertad y yo.