Ads 468x60px

8 de junio de 2013

En busca de... (Bell)



—¿Qué demonios está pasando aquí? ¿Me voy a dar una vuelta y con qué me encuentro a mi regreso? Con el vecino en paños menores en medio de la sala, Savannah —espeté mientras gritaba por todo el pasillo rumbo al baño para limpiarme la nariz que me sangraba después del golpazo que había recibido.
—No fue mi culpa, Sisar. Tú no estabas y tuve que llamarlo porque había un monstruo enorme en mi habitación. —Abrió la puerta de pronto y gritó a mi espalda mientras escuchaba su pie golpear el piso.
—¿Eres una were-carpato y le tienes miedo a un bicho? Deja de poner pretextos, que bien que te estuve observando todo el tiempo que ese estuvo aquí. Te lo comías con los ojos, así que no creo que lo hayas llamado para que sea tu héroe en brillante armadura.
—Piensa lo que quieras. Era una araña enorme y peluda. —Savy se agitó como si le dieras escalofríos. Ella mataba a sus perseguidores pero no mataba arañas, así era mi hermanita.
Tomé una toalla, la empapé con agua fría y eché la cabeza hacia atrás para controlar la hemorragia. No era abundante y, al ser una were, ya estaba casi inexistente, pero tenía que volver a calmarme porque estaba a punto de matar a una carpato en los próximos minutos.
—Savy, es mejor que vayas a encerrarte en tu habitación mientras tengo algunas cosas que hacer —le dije mientras aventaba la toalla en el cesto de la ropa sucia y me encaminaba a mi dormitorio.
—¿De nuevo vas a salir? —Se plantó frente a mí con esa mirada de gatito de Shrek, pero tenía que buscar algo en que distraerme, de preferencia algunos golpes. Ojalá estuvieran incluidos, mis emociones estaban en ebullición y cualquier cosa podría ocurrir si me quedaba encerrada.
-Sí, voy a salir. Voy a revisar el área y no me esperes levantada. —Cerré la puerta y esperé mientras escuchaba los sonidos de la casa.
Mi hermana se fue con un ligero portazo a su propia habitación.
Me frustraba pelear con ella, creo que no habíamos discutido tanto desde que conocimos a nuestro vecino. Pero el verlo en ropa interior en la sala, algo se agitó en mi interior y no podía expresar en palabras todo lo que me ocurría.
Me acerqué a mi cómoda y abrí uno de los cajones. Me pondría mi pantalón favorito, era perfecto para la ocasión, de cuero negro, totalmente entallados como una segunda piel, y perfectos para pelear en caso de problemas. Ahora a salir velozmente para no toparme con más infortunios esta noche, por lo menos no en mi departamento. Coloqué unas dagas en la parte baja de mis pantalones, era lo más sencillo de transportar y que no se notara en la ropa tan ajustada que llevaba. Nunca salía sin un arma en mi cuerpo, no me podía fiar de lo que podría encontrar.
Esperaba poder embotar toda esa ola de sentimientos en mi interior, necesitaba unas copas y algo de acción, en cualquier forma que se presentara, aunque vertical era la que más esperaba.
Me acerqué a la puerta de Savy, pero no pude escuchar nada. Tal vez se había dormido o estaría leyendo alguno de esos libros que tanto le gustaban. Giré y me fui a la salida. Mi cuerpo comenzaba a vibrar de emoción, encontraría algo rápido para divertirme, no lo sabía, pero estaba dispuesta a todo.
Bajé casi corriendo las escaleras, no podía esperar al elevador. Al salir, respiré profundamente el rancio aroma de la ciudad de Londres. Cuanta historia y podredumbre no ocultaba cada piedra y edificio de esta ciudad. Me encaminé hacia mi objetivo, un bar no lejos de nuestro departamento. Casi corría por la calle cuando aquella voz me hizo saltar un latido de mi corazón.

8 de mayo de 2013

Aracnofobia (o cómo hacer enojar a una were) (Kramer)



“Al fin en paz”, me dije mientras abría la ducha para que el calor del agua comenzara a calentar el cuarto de baño. Necesitaba un baño con suma urgencia. No sólo me dolía todo el puto cuerpo, sino que también apestaba.
Me quité mi camiseta rota, los jeans manchados y busqué la rasuradora que había comprado el otro día. Mi barba de dos días ya parecía de una semana después de dormir un día entero en el sofá de mis vecinas. Un segundo después advertí que me había olvidado de comprar también espuma de afeitar, así que tendría que improvisar con el jabón.
Lo único que deseaba esa noche era afeitarme, bañarme y sentarme tranquilo a escribir el maldito informe para los Grigori de una puñetera vez. ¿Tenía que decirles lo de Bell y Savannah? No estaba seguro. Hasta no saber más de ellas, no podía exponerlas de ese modo.
A decir verdad, las quería sólo para mí. Lo mejor sería escribir un informe sobre ellas para mi uso personal. Tenía que ganarme su confianza y en las últimas veinticuatro horas había avanzado bastante en ese terreno. Bueno, ellas me habían salvado la vida a mí, ¿no? Cuando yo intenté salvarlas a ellas y los papeles se invirtieron por culpa de una jodida bala de sal. 
Bonita cicatriz la que obtuve. Aunque tengo que admitir que Bell hizo un muy buen trabajo al curarme.  

2 de mayo de 2013

La grande y peluda... (Savy)



¿Qué le pasaba a Bell? ¿Cómo era posible que aceptara la compañía de ese cerdo arrogante? ¡No podía entenderlo! Ni quería tampoco.
Bufé molesta y me tiré en el sofá, donde momentos antes él había estado, mientras escuchaba correr el agua de la ducha. Estaba segura de que no era buena idea acercarse a Kramer. ¿Por qué mi hermana no podía comprenderme? Suspiré y seguidamente tragué saliva sintiéndome sedienta. Y es que mi garganta pedía a gritos volver a probar su sangre. ¿La razón? No lo sabía y eso me causaba mucho miedo. Nunca me había sucedido algo parecido. ¿Sería a causa de que era un Demonio? ¿Podía ser? Tenía que consultarlo con Bell quisiera o no.
—Saldré a caminar un rato.
La voz de mi sisar me trajo fuera de mis pensamientos. Pestañeé como saliendo de un trance y me puse de pie rápidamente.
—¿Saldrás? ¿Ahora? —pregunté algo inquieta.
—Sí. —Se masajeó las sienes—. Necesito despejarme un poco.
—Es que… —Me acerqué a ella despacio—. Necesito hablar contigo.
Alzó su mano y la colocó delante de mi como una pared. Fruncí el ceño. Por favor que no fuera…
—Me duele la cabeza. Quiero espacio.
Genial. El "quiero espacio" significaba una sola cosa, como esos mensajes de contestador telefónico. "Ahora no puedo atenderte, llama más tarde. Gracias". Aunque en el caso de mi sisar sería algo como "No jodas o te pateo el trasero. Intenta más tarde".

12 de abril de 2013

¿Aliados? (Bell)



¡Maldita sea! ¿En qué nos habíamos metido con nuestro “agradable” vecino? Esa era la pregunta que más rondaba mi cabeza en esos momentos, mientras bajaba mi katana en son de paz, pero sin dejar de mantenerme alerta.
Ya teníamos demasiado tras nosotros y ahora le aumentábamos a unos no sé qué cazadores y a un  nefilim al que no les gustaba estar en alto perfil. Mi mente iba rápidamente entre las posibilidades y ninguna me gustaba.
Y pensar que creíamos que estaríamos seguras por un tiempo en una ciudad y que pasaríamos bastante tiempo aquí. Ahora todo se había ido al garete y tenía que pensar en cómo salir de esta maldita situación.
Escuchaba a mi hermana discutir con el cerdo arrogante y las posibilidades se nos acortaban. Tal vez si nos mudáramos a….
Bell, dile a este estúpido que no nos vamos a ir a ningún lado y que él se tiene que llevar todos los problemas que nos está ocasionando. –El pie de Savy golpeaba rítmicamente el piso mientras su expresión era un puchero bastante acentuado con los brazos en jarras. Si no conociera tanto a mi hermana, diría que se estaba saliendo de sus casillas, nunca la había visto tan molesta. No es que el tipo no me causara también desequilibrios emocionales, pero esto era algo nuevo.
Estoy pensando en nuestras opciones, hermanita, y creo que tendremos que vender todo lo que compramos e irnos a otro lugar lo más pronto posible –dije y los ojos de mi morena hermana se abrieron como platos.

25 de febrero de 2013

El amanecer del nefi (Kramer)



Desperté tumbado en un sofá con un terrible dolor de cabeza y con una sola luz en toda la sala que me quemaba los ojos. Me llevó un par de segundos acomodar mis pensamientos y descubrir dónde estaba. Se veía como mi apartamento, pero no lo era.
 “Bien hecho, Kramer. Lo has jodido por completo. Atacar cazadores no era parte del plan”, me dijo mi conciencia y poco a poco recordé lo que había ocurrido: mi espionaje a Savy, su alimentación hematófaga, la pelea con los cazadores, el balazo...
Para mi sorpresa, no sólo respiraba, sino que además mi hombro herido estaba sanado y vendado, mis piernas y brazos amarrados y mis manos atadas. Sogas y nudos dignos de un marinero rodeaban mi cuerpo de pies a cabeza como si fueran a empalarme y cocinarme al spiedo. Sólo me faltaba la jodida manzana en la boca. Quien había tenido la amabilidad de asistirme, supo también tomar precauciones. Lo único que pedía era que también tuviera la cortesía de darme un cigarrillo y de dejarme ir al baño.
Giré la cabeza y reconocí a Savannah, la bella y mortal morena, sentada frente a la mesa del comedor, inclinada sobre un libro en plena concentración. Su holgada camiseta dejaba escapar por el escote una interesante porción de sus enormes pechos que me resultó de lo más apetecible, pero me sentía demasiado mal como para estar pensando en eso. Lo bueno era que ya sabía dónde estaba: sobre mi propio apartamento. Había sido salvado por mis “simpáticas” y misteriosas vecinas. Eso sí era un golpe bajo para mi ego.
Tomé aire despacio y me aclaré la garganta.
–Ejem… ¿Por casualidad tienes un cigarrillo? –dije y Savannah saltó de la silla.
Me miró con sus ojos claros bien abiertos y cerró el libro.
–Estás vivo… –murmuró poniéndose de pie.
–Sí, y necesito ir al baño. ¿Podrías desat…?
–¡Bell, ya despertó! –exclamó interrumpiendo e ignorando mis palabras, y enseguida apareció su compañera.
La pelirroja se detuvo ante mí, ostentado su atrevida ropa de entrecasa, y me examinó con los ojos.
–¡Huh! Tenías razón, Savy, sobrevivió –dijo.
–Te lo dije. Me debes diez libras, sisar –sonrió Savannah y extendió su mano esperando recibir su premio.
Perversas oportunistas… ¿Habían apostado sobre mi vida?
–Kramer, ese era tu nombre, ¿cierto? –continuó Bell–. ¿Por que te metiste en la pelea?
–Pensé que necesitaban ayuda.
–Pensaste mal. Sabemos defendernos solas –me lanzó con cara de muy pocos amigos y se cruzó de brazos.
–Eso ya lo noté.

12 de febrero de 2013

Las diez libras (Savy)


Lo habíamos traído a nuestro apartamento y yo aún no podía creerlo. Estaba como en trance procesando todo lo que había sucedido en los últimos minutos mientras mis ojos seguían puestos en él sin poder apartarse. Me tenía como hipnotizada. Algo de él me atraía de una manera desconocida y extraña. No tenía la menor idea de qué era, pero sabía que no era bueno, sino todo lo contrario.
Aspiré hondo para tranquilizarme y retrocedí varios pasos alejándome del sofá, donde nuestro vecino, el cerdo arrogante, se encontraba prácticamente muriéndose.
-Sisar, deja de verlo como una tonta enamorada preocupada -musitó entonces Bell saliendo del cuarto del baño con vendas y demás cosas del botiquín.
-No lo estoy mirando así -protesté con una mueca de disgusto.
-Sí, claro... -Bell se acercó a él y se arrodilló a su lado dejando las cosas en el suelo-. Ven, ayúdame a quitarle esta ropa para limpiarle la herida y sacar la bala.
-¿Por qué lo debemos curar nosotras? -inquirí.
No quería sentirme cercana a él más de lo que ya me sentía, porque me ponía nerviosa, muy nerviosa... Porque esa rara atracción que sentía me gustaba a pesar de que no era algo bueno para mí. Sentía que mi cuerpo reaccionaba y mi corazón bombeaba acelerado. Sin embargo, mi cabeza me gritaba que debía alejarme. Que debía sacarlo de allí de inmediato.
-Porque es nuestro vecino y, a pesar de todo, quiso ayudarnos -contestó.
-Mucha ayuda no fue -murmuré.
-Da igual. -Tomó las tijeras y rasgó la tela del hombro-. Hay que curarlo.
-Déjalo en su apartamento, seguramente despertará y se curará. -Me senté en la mesita ratona y observé cómo Bell limpiaba la sangre., esa sangre negra que resbalaba por su piel como un elixir que me llamaba.

24 de enero de 2013

Una ayuda innecesaria... (Bell)


           No entendía para nada a Savy últimamente. Estaba de un humor de perros, y se suponía que yo siempre estaba de ese humor, eso sí era hilarante. Regresé a la cocina esperando a que se me bajara también el mal humor y dejar que los olores de todo lo que preparaba en las cacerolas llenaran mi mente y me tranquilizaran como siempre lo hacían. Cocinar me encantaba, era lo más relajante para mí. Disfrutaba ese pequeño acto más que nada en el mundo. Sólo esperaba que los trastes se lavaran solos porque era lo único que podía ponerme de los nervios, a parte de cierta pequeña hermana.

            Mientras estaba poniendo los últimos toques para el pollo, el mensaje de Savy me llegó como una oleada de hielo. ¡Maldición! ¿En qué lío se había metido ahora? No lo sabía, sólo me dijo que eran muchos tipos.

No lo pensé y apagué todo en la cocina. Lo último que quería era un delicioso guiso quemado y tener que ir a comprar nuevas cacerolas. Destellé a su lado y me di cuenta de que en verdad eso era una mierda: unos cuantos tipos nos rodeaban. Sabía que podría con esos humanos, no sin salir con algunos raspones y moretones, pero lo lograrían. Al principio pensé que eran los rastreadores y un poco de alivio se filtró dentro de mí al ver que eran simples humanos, unos muy fuertes por lo que pude comprobar cuando comenzaron a atacar, pero ni siquiera seguían las reglas de un buen combate cuerpo a cuerpo, ¡se lanzaban en bola! Eso no me preocupaba en lo más mínimo, sólo tenía que ser cuidadosa, pues no podía matar a ninguno de ellos. No importaba quiénes eran, pero no podía dejar cuerpos por aquí y por allá sin mas.

 Habíamos noqueado a más de la mitad cuando me di cuenta que dos hombres tenían a Savy atrapada. Mis manos estaban llenas también y mi sisar intentó decirme algo que fue interrumpido por un ruido tras el bote de basura que estaba a un lado del callejón. Cuando giré, me quedé impactada con lo que vi: el extraño vecino le había partido el cuello de un simple movimiento a un tipo. ¿Qué demonios hacía ese cerdo arrogante aquí? No podía creer nuestra mala suerte. ¡Hasta en la sopa veía a ese tipo! Solo esperaba que en mis pesadillas se mantuviera alejado.

14 de enero de 2013

El antihéroe (Kramer)



Otro estúpido día en esta estúpida ciudad recorriendo sus estúpidas calles en busca de estúpidos cazadores, y sobre todo, de ese nefi emo de aquella noche.
Me pasé tarde y noche recorriendo tiendas, bares y galerías de arte (eso último fue por gusto propio). Todo en vano. ¿Cómo carajo pensaba encontrar a un tipo en una ciudad con ocho millones de habitantes?  ¡No soy un jodido Centinela! No tengo esa habilidad de rastreo superdesarrollada. Gracias que logro diferenciar energías.
¿Qué estaba haciendo mal? Además del hecho de que no pisaba Londres desde hacía más de un siglo y que aún no terminaba de asimilar los cambios urbanos que la ciudad había sufrido. Odiaba andar con el GPS de mi móvil como un estúpido turista, pero si no hubiera sido por éste, me habría perdido más de una vez. 
Demasiados cuestionamientos me taladraban la cabeza mientras caminaba de regreso a mi piso, hasta que caí en la cuenta de lo que estaba haciendo mal: no estaba en Londres para buscar nefis, sino para investigar cazadores. Me estaba desviando de mi objetivo, quizás por instinto de supervivencia o quizás por pura nostalgia. Volver a esta ciudad me recordaba a aquello días de 1891, cuando todo era muy diferente y mucho más fácil: Caín y Seth hacían casi todo el trabajo mientras Abel y yo nos perdíamos en los fumaderos de opio.
¡Ja! Menudos trastos éramos.
Excepto cuando Abel tenía una de sus visiones. Con sólo encender una puta cerilla, el muy cabrón ya podía ver en la pequeña llama un sinfín de futuros. El problema era que sus visiones eran impredecibles. Podía pasar semanas sin ver nada, y de repente, darnos información sobre diez posibles nefis en peligro a la vez. Yo, empero, sólo servía para deshacer evidencias, sobre todo cuerpos.