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31 de julio de 2012

El Santa del super... (Savy)

Me quedé mirando la puerta luego de que Bell le hubiera dado el golpe en medio de la mandíbula al arrogante ese y después cerrado de un portazo. Enseguida, mi Sisar se había regresado a limpiar y caminar de un lado a otro mientras repetía la mala suerte que teníamos de haber conocido a un sujeto así de idiota. Suspiré y, tras vaya a saber cuántos minutos, seguí haciendo mis quehaceres pensando si de verdad era mala suerte o cosa del destino haber conocido a… ¿Cómo dijo que se llamaba? ¿Kraken? ¿Kraki? ¡Ah! Sí, Kramer.
—Kramer…
Susurré entonces tan suavemente como para saborear su nombre y descubrir todas esas cosas que me inquietaban de él. Porque todo de ese sujeto me llamaba como si él fuera un acertijo caminante. Sin embargo, y como debía suceder, no pude hallar ni una respuesta. «No eres una vidente, tonta», me espetó mi vocecita y yo simplemente bufé molesta. Tenía que dejar de pensar en él o me comenzaría a dar dolor de cabeza.
—Savy… —me llamó entonces Bell—. Falta hacer espacio en la sala para cuando lleguen los muebles.
—Oki —contesté caminando hacia allí—. ¿Luego vamos al supermercado?
—Sí, hay que comprar víveres y…
—¿Helado? —inquirí esperanzada, interrumpiéndola.
—Sí, y helado —rió ella.
Sonreí feliz y continué limpiando la sala para cuando los muebles llegaran, los cuales no tardaron mucho porque casi una hora después el camión había llegado. No eran muchos tampoco, solo un sofá junto a una mesa ratona, las dos camas y un juego de mesa y sillas. Así que, después de tardar alrededor de media hora en subir todo hasta nuestro piso, decidimos partir a hacer las compras antes de que la noche se hiciera dueña del día. Sin siquiera decirlo, ambas sentíamos que tras lo ocurrido la noche anterior no nos convenía, por el momento, salir a la luz de la luna. 
Gracias a nuestra fortuna, el supermercado más cercano, The Grocery, estaba a pocas cuadras del piso y no teníamos que caminar mucho ni alejarnos.
—Esto está atestado…—murmuré apenas entramos cuando noté las filas que se formaban en la línea de cajas.
—Apenas estamos entrando y ya te estás quejando —comentó entre risas Bell.
—Mira las filas que hay —exclamé con pánico—. Odio esperar.
Mi sisar rió e ingresó al lugar tomando de paso un carrito y la seguí enseguida. Teníamos que comprar varias cosas y estaba segura que la mitad serían nuestros potes de HäagenDazs y, la otra mitad, los ingredientes para las decenas de recetas que Bell solía preparar y que seguramente añoraba hacer. ¿Y para qué negarlo? Yo también extrañaba las comidas hechas por mi sisar… ¡Es que simplemente cocinaba delicioso! 
—Savy, ¿qué es eso?
Pestañé confusa y observé lo que Bell miraba fijante. El paquete de chocos que sostenía en la mano.
—¿Puedo?
—No —declaró firmemente—. Sabes que no podemos comer choco.
—Pero es que… —Hice un puchero.
—No, nada de eso. —Me sacó el paquete de las manos y lo regresó donde estaba—. No pasaré por eso otra vez.
Suspiré y asentí con la cabeza sabiendo a que se refería. Bell empujó el carrito y se encaminó derecho hacia las heladeras en busca del helado. Por mi parte, fruncí el ceño y deseé golpear el paquete hasta romperlo solo para descargarme. ¡Estúpido genes de Were! ¡Por su culpa no podía disfrutar de mis amados chocos!
Pero mi rabia pareció desaparecer de golpe cuando vi la variedad de HäagenDazs que había en la heladera. ¡Tantos sabores que no sabía por cual decidirme!
Fresa, choco, vainilla, menta, frambuesas y moras…repetí los sabores mientras los iba colocando en el carro.
Savy, ¿no son muchos? —inquirió Bell cuando vio que ya iba colocando más de diez potes.
—¡Mira! ¡Hay de cereza! —exclamé entonces.
—¡Pon cuatro de esos! —dijo ella al instante, olvidando la cantidad de potes que ya habían en el carro.
Así, habremos estado al menos diez minutos hasta que el carro no dio para más y nos encaminamos a la línea de caja. Bufé molesta y aspiré hondo varias veces sabiendo que estaríamos más allí que lo que habíamos tardado en recorrer el supermercado.
Por fin…murmuré cuando llegamos a la caja.
Serían cuatrocientas libras, por favor —nos informó la empleada cuando el último producto pasó por el detector.
Bell me miró al instante.
Savy…murmuró mi nombre casi de manera precavida.
 Y entonces, la expresión de su rostro fue más que suficiente para comprender que el dinero no nos alcanzaba. Ahogué un grito de espanto. Eso significaba solo una cosa.
–Lo siento, Savy, pero no traje dinero suficiente. Los compraremos después.
Observé como ella comenzaba a sacar los potes de helado y quise ponerme a llorar ahí mismo y rogarle que dejara los HäagenDazs y se deshiciera del resto, pero había tanta gente que me daba pena realmente. Así que me mordí el labio inferior y me quedé quietecita viendo como la fresa, el choco y la vainilla se alejaban.
—Disculpe, pero creo que hay un error.
Pegué un saltito y giré en redondo a ver al dueño de esa voz. ¿Kramer? ¿Qué demonios hacía ahí? «¿Comprar? Porque no creo que sea robar, ¿o si?», espetó mi vocecita y la ignoré porque la cara de Bell era de fastidio total al ver a nuestro arrogante vecino.
–Las señoritas tienen un descuento del… noventa por ciento en toda la compra –dijo entonces y estoy segura que al ver la suma total casi se ahoga.
–¿Q-qué? –balbuceó la cajera sin pestañar como si estuviera hipnotizada.
Seguidamente él se inclinó hacia la cajera y pareció susurrarle algo que no llegué a escuchar. Todo estaba muy extraño y Bell ya lo observaba entre confundida y con mucha suspicacia. Y fue justamente ahi cuando en la registradora apareció un número 40 y ella solo sacó el dinero para pagar sin decir nada de lo desconcertada que estaba.
–Oh… Entonces, ¿podremos llevarnos los helados? —murmuré sonriendo como una niña pequeña.
Kramer me guiñó el ojo y no pude evitar mirarlo llena de emoción. ¡Y es que nos llevaríamos los helados con nosotras! Pero tuve que ocultar mi emoción cuando Bell me pilló sonriéndole al arrogante y me apresuré a guardar todo en las bolsas antes de que me regañara.
–Vámonos –dijo Bell sin antes darle una mirada llena de sospecha a Kramer.
La seguí enseguida pero le dediqué una última mirada a nuestro vecino. Después de todo comenzaba a no caerme tan mal, porque él, fuera lo que fuera que había hecho, nos había ayudado a llevarnos los helados a casa. Podía considerar la posibilidad de pasarlo de cerdo arrogante al título de Santa solo por una única vez.


7 personas no pudieron evitar espiarnos y decir::

Helena dijo...

El nefi... santo??? jajajjajajaj si claro

Geniiiialll!!! al fin escribieron y mas les vale no tenerme esperando demasiado... o se arrepentirán (pone cara de mala)

Bell Skade dijo...

No me hagas enojar peque Leny ¬¬ o no hay nada para ti jum :p

Unknown dijo...

¬¬
Nunca hay nada para miiiiiiiiiiiiiiiii!!!!!!

Yajaira Pérez :) dijo...

hello!!!!
bueno al fin algo...yo quiero conocer a ese Santa! :3
pero, hay algo que no entiendo...¿por que, aun despues de el "pequeño" golpe que le dio Bell, el decide ayudarles a que se lleven todo el helado?.... que mas da, ese nefi me cae bien!! n_n
saludos!!!

Laune Finster dijo...

jajajja que genialll¡¡¡
Yo tengo varias teorias de porque los ayudo¡¡
Estaba aburrido; si las ayuda tal vez no lo golpeen la proxima (o al menos no tan fuerte.. jajajaja)si lo vieron utilizar su poder tal vez le tomen confianza y el descubra quienes son, Piensa que de esa manera a ellas les dara curiosidad para saber quien es el... en realidad hay muchas razones jajajajajajajjajaja

Sigannn¡¡¡¡ esta genial jjajajaja

Unknown dijo...

Solo lo hizo para poder ir a robarles helado en la noche!

Y????????????????!!!!! que paso???????
Quiero maaaaaaaaaaaaaaaaaaaaas!!!

illyasnagle dijo...

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