Otro estúpido
día en esta estúpida ciudad recorriendo sus estúpidas calles en busca de estúpidos
cazadores, y sobre todo, de ese nefi emo de aquella noche.
Me pasé tarde
y noche recorriendo tiendas, bares y galerías de arte (eso último fue por gusto
propio). Todo en vano. ¿Cómo carajo pensaba encontrar a un tipo en una ciudad
con ocho millones de habitantes? ¡No soy
un jodido Centinela! No tengo esa habilidad de rastreo superdesarrollada.
Gracias que logro diferenciar energías.
¿Qué estaba
haciendo mal? Además del hecho de que no pisaba Londres desde hacía más de un
siglo y que aún no terminaba de asimilar los cambios urbanos que la ciudad
había sufrido. Odiaba andar con el GPS de mi móvil como un estúpido turista,
pero si no hubiera sido por éste, me habría perdido más de una vez.
Demasiados
cuestionamientos me taladraban la cabeza mientras caminaba de regreso a mi piso,
hasta que caí en la cuenta de lo que estaba haciendo mal: no estaba en Londres
para buscar nefis, sino para investigar cazadores. Me estaba desviando de mi
objetivo, quizás por instinto de supervivencia o quizás por pura nostalgia.
Volver a esta ciudad me recordaba a aquello días de 1891, cuando todo era muy
diferente y mucho más fácil: Caín y Seth hacían casi todo el trabajo mientras
Abel y yo nos perdíamos en los fumaderos de opio.
¡Ja! Menudos
trastos éramos.
Excepto cuando
Abel tenía una de sus visiones. Con sólo encender una puta cerilla, el muy
cabrón ya podía ver en la pequeña llama un sinfín de futuros. El problema era
que sus visiones eran impredecibles. Podía pasar semanas sin ver nada, y de
repente, darnos información sobre diez posibles nefis en peligro a la vez. Yo, empero,
sólo servía para deshacer evidencias, sobre todo cuerpos.
De pronto me
encontré a mí mismo soltando un melancólico suspiro.
Qué remedio…
Soy un tipo nostálgico.
¡Al carajo! Mi
cabeza tenía que volver al siglo XXI y centrarse en mi objetivo. Sin embargo, no
podía evitar sentir el peso del fastidio sobre los hombros. Estaba aburrido y
de mal humor, pero eso cambió cuando estaba rodeando Hoxon Square, a unos
metros de casa (una forma de llamar al piso que ocupaba), y noté a la distancia
la figura de una mujer, que al parecer había saltado desde una ventana y caído perfectamente
sobre sus pies como un gato.
Velozmente, me
agazapé detrás de un auto aparcado.
“¿Cazadores,
husmeando en mi piso? ¡Mierda, me encontraron!”, gritó mi paranoia.
Pero era una
sola mujer y que yo sepa, los cazadores no tienen tanta agilidad.
No era una
cazadora, era… Parecía ser… ¿Savannah?
Agudicé mi
visión y sí, era mi vecina, la morena “carita de ángel”. Reconocí esas curvas
pronunciadas en cuanto se irguió.
¡Lo sabía!
Definitivamente ella y su compañera eran más que simples humanas.
–¿Adónde vas
sola a estas horas, muñequita? –murmuré al aire y sentí cómo mis labios se
torcían en una sonrisa malsana.
Por supuesto
que la seguí, pero preferí hacerlo desde lo alto.
Lo bueno de
Shoredicht son sus edificios bajos, así que me fue sencillo trepar un par de
ventanas hasta una azotea y seguirle los pasos.
Caminó varias
calles, sin rumbo aparente. No podía percibir muy bien sus emociones a esa
distancia, pero me daba la impresión de que estaba algo molesta, y se veía
demasiado sumergida en sus pensamientos. También había algo más que la hacía
verse inquieta.
Dobló una
esquina y de pronto se paralizó, como si algo la hubiese pegado a la acera.
Su pulso se
aceleró. No sé cómo, pero lo sentí. Me dejó algo desconcertado, pero luego
advertí que a unos metros, un joven caminaba en dirección a ella. Cuando volví
a ver a Savannah, ella ya no estaba.
–Scheisse!
Busqué con mis
ojos por toda la calle, pero el velo de la noche era muy denso, las luces de
los faroles escasas y mi visión nocturna estaba algo fuera de forma. Vi al
muchacho atravesar toda la calle a pasos apresurados hasta que de pronto algo
lo detuvo: Savannah había surgido de las sombras, frente a él. Le dijo algo y enseguida
los vi caminar hasta el callejón.
–¿Qué estás
tramando, niña? –pregunté otra vez al aire.
La vi presionar
su cuerpo contra el del chico e inclinarse sobre su garganta.
–Pero qué carajo…
–Me quedé absorto, mudo, paralizado, observándolo todo.
Mis ojos se
secaron al igual que mi boca por la sorpresa. ¿Savannah estaba chupándole la
sangre a un humano? ¡Eso no me lo podía creer! Pero si no era una nefilim…
¿Entonces qué? Se alimentaba de ese muchacho, el cual no ponía ninguna
resistencia, parecía que lo había hipnotizado o algo así. ¿Acaso la dulce Savy
era un…?
No, esperen.
Los vampiros no existen. Son criaturas ficticias basadas en otras reales, como
yo. Tenía que haber otra explicación. Y entonces, en ese momento más que nunca,
mi objetivo cambió otra vez: descubrir qué eran realmente mis vecinas.
Se me dibujó
una sonrisa perversa de sólo pensar lo mucho que les gustaría a Los Grigori
saber sobre mis peculiares vecinas. Esos cabrones tendrían que premiarme de una
forma muy buena por descubrir nuevas criaturas. ¿Me ganaría mi completa
libertad si se las entregara?
Ya me estaba
haciendo toda la película cuando una fuerte ola de energía me hizo volver a la
realidad como un golpe en la nuca.
–Verdammt… –Corrí hacia el otro extremo
de la azotea y vi a un grupo de tipos doblando la calle-. Cazadores –gruñí,
afilando mis dientes como un acto reflejo.
Era un grupo
de tipos que parecía andar de juerga. Se veían bastante jóvenes, principiantes
seguramente, buscando algo de entretenimiento. Los novatos no son un problema,
pero eran más de diez e iban en dirección a donde estaba Savy, como si algo los
atrajera, su mera presencia tal vez o la mía.
Volví a
observarla a ella, que ahora descansaba su espalda contra la pared. Ya había
liberado al muchacho y éste continuaba su camino apresurado como si nada,
mientras ella se dedicaba a disfrutar de lo que al parecer había sido su cena.
Al menos era
una cena ligera, no como solían ser las mías.
–Huh… Veamos
cómo te zafas de esto, niña -murmuré. Tenía que ver si ella sabía cómo defenderse
y evitar que ellos me descubrieran a mí.
Uno de los tipos
le hizo una seña al resto y se adelantó un poco, solo.
–Ahí –lo oí
decir en cuanto la descubrió.
Enseguida
todos la rodearon y el cuerpo de Savannah se tensó, tomando una posición de
ataque bastante interesante. Pero lo mejor llegó unos segundos después, cuando en
un parpadeo Bell apareció a su lado.
–¡Brujería!
–pensé en voz alta, completamente extrañado. Luego recordé que ya no estaba en
el siglo XVI.
Sin embargo, las
brujas siempre existieron y existirán (para joderme a mí, sobre todo) y podía
haber algo de magia en ellas. De otra forma, no me explicaba lo que acababa de
ver. Fue una especie de destello y zas! Ahí estaba Bell, pegando su espalda a
la de Savannah, preparadas para enfrentarse con cazadores.
Lo vi todo
desde unos tres pisos de altura. Desde esa ubicación, tenía una vista de pájaro
excelente.
Ellos eran una
docena. Ellas, dos.
No me pareció
justo.
El primer
ataque lo dieron ellos, cuando un par se les fue encima, pero Savannah y Bell
supieron responder al ataque con gran facilidad, como si espantaran moscas, lo
que desencadenó un remolino de patadas, giros y puñetazos.
Era como ver
una película de acción.
De pronto, noté
a un escurridizo que no había contado, agazapado detrás de un enorme bote
de basura y preparándose para atacar a Bell por detrás, justo cuando otros dos
retenían a Savannah.
-¡Ah, no!
Ellas son mías –gruñí y salté desde la azotea para caer junto al escurridizo y
partirle el cuello de un veloz movimiento.
Bell se giró
hacia mí y vi sus ojos resplandecer. Eran verdes, muy verdes y brillantes, como
luces de neón.
–¿Qué estás
haciendo tú aquí? –me preguntó mientras se cargaba a dos tipos de una sola
patada al estilo Van Damme.
–¿Qué crees
que hago? –respondí alzando a otro idiota–, ¿Turismo? –y lo arrojé sobre otro.
–¡Deja de
seguirnos!
–¡Ustedes son
las que me siguen! Primero el club, luego el apartamento, el supermercado y
ahora esto.
–¡Claro que
no!
Nuestra
discusión continuó en medio del remolido de puñetazos, patadas, huesos rotos y
sobre todo, mucha sangre. Ellos parecían multiplicarse, pero ellas dos tenían
tanta fuerza y agilidad como yo. Esquivaban balas, cuchillos, golpes y toda
clase de ataques.
Comencé a
creer que fue un error haberme metido.
–Desde que
llegamos a Londres, no dejas de cruzarte en nuestro camino –agregó la pelirroja.
–¿Has oído
hablar del destino, preciosa?
–¡Destino una
mierda! Tu sola presencia es demasiada casualidad y yo no creo en las
casualidades.
Era increíble
la velocidad que tenían ambas para pelear, pero no atacaban para matar, solo
para desarmarlos o noquearlos.
–Come sal, estúpido demonio –me dijo uno
apareciendo de la nada y apuntándome con su nueve milímetros.
Y antes de que
yo pueda pestañar, Savy, la niña–malcriada–carita–de–ángel, se le apareció por
detrás para sujetarle la frente con una mano y desgarrarle el cuello con la
otra. Por un segundo me quedé como idiota mirando aquella escena, pero
enseguida reaccioné y aproveché su ataque para quitarle el arma al tipo, partiéndole
la mano.
El idiota cayó
al piso sujetándose la garganta en un inútil intento de frenar la hemorragia
que Savannah le había provocado. Ella me miró agitada, jadeando y con una
oscura sonrisa en su hermoso rostro. Otra vez me quedé idiota, viendo la sangre
que goteaba de sus dedos y sus ojos que brillaban de un color ambarino que
jamás había visto antes. No era una nefilim, pero fuera lo que fuera, era fuerte,
ágil, sexy y mortal.
Eché un veloz
vistazo a nuestro alrededor. Menudo desastre el que provocamos. Algunos lograron
escapar y los que quedaron vivos en el piso no podía siquiera moverse,
excepto por uno que de repente sujetó mi pierna. El estúpido cazador se estaba
desangrando en el suelo por el ataque de Savannah y aún tenía fuerzas para
joderme. ¡Ja!
Soy un hombre
benévolo, créanme, y no me gusta ver sufrir a las personas. Así que liberé por
completo a la bestia que hay en mí, oscureciendo mis ojos, afilando mis dientes
y arrojándome sobre él y sobre esa deliciosa herida para devorar su garganta y
acabar de una vez con su calvario.
Ahh… La sangre
de cazador es exquisita y revitalizante. La saboreé al igual que su carne,
sabiendo que al día siguiente despertaría sintiéndome el doble de fuerte y
luciendo un par de años más joven.
Luego advertí
que mis vecinas me miraban horrorizadas. Alcé la vista y en un rincón noté a un
maldito moribundo apuntándome con su única extremidad sana.
–¡Cuidado! –gritó
Bell y le rompió el brazo de una patada.
Pero llegó
tarde. La bala se clavó en mi hombro.
“¡Me cago en
las putas balas de sal!”, fue lo único que pude pensar.
De un segundo
a otro, sentí el jodido sodio entrando en contacto con mi sangre y dispersándose
por todo mi cuerpo, paralizándome.
Caí de
espaldas al suelo.
El resto fue
oscuridad.
6 personas no pudieron evitar espiarnos y decir::
wooo!!!
esto esta geniaL!
sobre todo la parte de la pelea!! (mas cuando Kramer se quedo como idiota) ja!
um, sal...interesante, nada dificil de conseguir.
pero como se supone que se curan? o como eliminan la sal de su cuerpo?? :O
sera interesante ver como reacciona Bell ante esta situacion.
saludos! :D
A Savy lo único que le queda de ángel es la cara... lalalalala jajajajaj
Me encanto la discusión mientras desmembraban a los cazadores (dedito para arriba)
Nefi, creo que debes usar chalecos antibalas mira que eso de quedar tirado medio muerto no es muy bueno.
Estoy esperando lo siguiente... No demoren!!
ah... fascinante.... muy bueno la verdad...mmm... puedo saborear la sangre de cazador pero no se prefiero las cosas simple nada alto de sal... exquisito.
una lectura verdaderamente deliciosa y apetecible para el lector ...
bien echo kramer (una vez mas)
no sean del rogar publiquen pronto
vaya increible! sobre todo la pelea, me pregunto que pasara ahora con kramer, espero que publiques pronto!
saludos
Oh, me gusto. La pelea... los comentarios, todo ajjajaajajajajajajjajajaja
Noooo, te hirieron..... ¿como van a eliminar la sal? Yo tambien estaba pensando en eso...hm....
Bien hecho por intervenir. Aunque esa acción fuera mal recibida.
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