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14 de enero de 2013

El antihéroe (Kramer)



Otro estúpido día en esta estúpida ciudad recorriendo sus estúpidas calles en busca de estúpidos cazadores, y sobre todo, de ese nefi emo de aquella noche.
Me pasé tarde y noche recorriendo tiendas, bares y galerías de arte (eso último fue por gusto propio). Todo en vano. ¿Cómo carajo pensaba encontrar a un tipo en una ciudad con ocho millones de habitantes?  ¡No soy un jodido Centinela! No tengo esa habilidad de rastreo superdesarrollada. Gracias que logro diferenciar energías.
¿Qué estaba haciendo mal? Además del hecho de que no pisaba Londres desde hacía más de un siglo y que aún no terminaba de asimilar los cambios urbanos que la ciudad había sufrido. Odiaba andar con el GPS de mi móvil como un estúpido turista, pero si no hubiera sido por éste, me habría perdido más de una vez. 
Demasiados cuestionamientos me taladraban la cabeza mientras caminaba de regreso a mi piso, hasta que caí en la cuenta de lo que estaba haciendo mal: no estaba en Londres para buscar nefis, sino para investigar cazadores. Me estaba desviando de mi objetivo, quizás por instinto de supervivencia o quizás por pura nostalgia. Volver a esta ciudad me recordaba a aquello días de 1891, cuando todo era muy diferente y mucho más fácil: Caín y Seth hacían casi todo el trabajo mientras Abel y yo nos perdíamos en los fumaderos de opio.
¡Ja! Menudos trastos éramos.
Excepto cuando Abel tenía una de sus visiones. Con sólo encender una puta cerilla, el muy cabrón ya podía ver en la pequeña llama un sinfín de futuros. El problema era que sus visiones eran impredecibles. Podía pasar semanas sin ver nada, y de repente, darnos información sobre diez posibles nefis en peligro a la vez. Yo, empero, sólo servía para deshacer evidencias, sobre todo cuerpos.  

De pronto me encontré a mí mismo soltando un melancólico suspiro.
Qué remedio… Soy un tipo nostálgico.
¡Al carajo! Mi cabeza tenía que volver al siglo XXI y centrarse en mi objetivo. Sin embargo, no podía evitar sentir el peso del fastidio sobre los hombros. Estaba aburrido y de mal humor, pero eso cambió cuando estaba rodeando Hoxon Square, a unos metros de casa (una forma de llamar al piso que ocupaba), y noté a la distancia la figura de una mujer, que al parecer había saltado desde una ventana y caído perfectamente sobre sus pies como un gato.
Velozmente, me agazapé detrás de un auto aparcado.
“¿Cazadores, husmeando en mi piso? ¡Mierda, me encontraron!”, gritó mi paranoia.
Pero era una sola mujer y que yo sepa, los cazadores no tienen tanta agilidad. 
No era una cazadora, era… Parecía ser… ¿Savannah?
Agudicé mi visión y sí, era mi vecina, la morena “carita de ángel”. Reconocí esas curvas pronunciadas en cuanto se irguió.
¡Lo sabía! Definitivamente ella y su compañera eran más que simples humanas.
–¿Adónde vas sola a estas horas, muñequita? –murmuré al aire y sentí cómo mis labios se torcían en una sonrisa malsana.
Por supuesto que la seguí, pero preferí hacerlo desde lo alto.
Lo bueno de Shoredicht son sus edificios bajos, así que me fue sencillo trepar un par de ventanas hasta una azotea y seguirle los pasos.
Caminó varias calles, sin rumbo aparente. No podía percibir muy bien sus emociones a esa distancia, pero me daba la impresión de que estaba algo molesta, y se veía demasiado sumergida en sus pensamientos. También había algo más que la hacía verse inquieta.  
Dobló una esquina y de pronto se paralizó, como si algo la hubiese pegado a la acera.
Su pulso se aceleró. No sé cómo, pero lo sentí. Me dejó algo desconcertado, pero luego advertí que a unos metros, un joven caminaba en dirección a ella. Cuando volví a ver a Savannah, ella ya no estaba.
Scheisse!
Busqué con mis ojos por toda la calle, pero el velo de la noche era muy denso, las luces de los faroles escasas y mi visión nocturna estaba algo fuera de forma. Vi al muchacho atravesar toda la calle a pasos apresurados hasta que de pronto algo lo detuvo: Savannah había surgido de las sombras, frente a él. Le dijo algo y enseguida los vi caminar hasta el callejón.
–¿Qué estás tramando, niña? –pregunté otra vez al aire.
La vi presionar su cuerpo contra el del chico e inclinarse sobre su garganta.
–Pero qué carajo… –Me quedé absorto, mudo, paralizado, observándolo todo.
Mis ojos se secaron al igual que mi boca por la sorpresa. ¿Savannah estaba chupándole la sangre a un humano? ¡Eso no me lo podía creer! Pero si no era una nefilim… ¿Entonces qué? Se alimentaba de ese muchacho, el cual no ponía ninguna resistencia, parecía que lo había hipnotizado o algo así. ¿Acaso la dulce Savy era un…?
No, esperen. Los vampiros no existen. Son criaturas ficticias basadas en otras reales, como yo. Tenía que haber otra explicación. Y entonces, en ese momento más que nunca, mi objetivo cambió otra vez: descubrir qué eran realmente mis vecinas.
Se me dibujó una sonrisa perversa de sólo pensar lo mucho que les gustaría a Los Grigori saber sobre mis peculiares vecinas. Esos cabrones tendrían que premiarme de una forma muy buena por descubrir nuevas criaturas. ¿Me ganaría mi completa libertad si se las entregara?
Ya me estaba haciendo toda la película cuando una fuerte ola de energía me hizo volver a la realidad como un golpe en la nuca.
Verdammt… –Corrí hacia el otro extremo de la azotea y vi a un grupo de tipos doblando la calle-. Cazadores –gruñí, afilando mis dientes como un acto reflejo.
Era un grupo de tipos que parecía andar de juerga. Se veían bastante jóvenes, principiantes seguramente, buscando algo de entretenimiento. Los novatos no son un problema, pero eran más de diez e iban en dirección a donde estaba Savy, como si algo los atrajera, su mera presencia tal vez o la mía.
Volví a observarla a ella, que ahora descansaba su espalda contra la pared. Ya había liberado al muchacho y éste continuaba su camino apresurado como si nada, mientras ella se dedicaba a disfrutar de lo que al parecer había sido su cena.
Al menos era una cena ligera, no como solían ser las mías. 
–Huh… Veamos cómo te zafas de esto, niña -murmuré. Tenía que ver si ella sabía cómo defenderse y evitar que ellos me descubrieran a mí.
Uno de los tipos le hizo una seña al resto y se adelantó un poco, solo.
–Ahí –lo oí decir en cuanto la descubrió.
Enseguida todos la rodearon y el cuerpo de Savannah se tensó, tomando una posición de ataque bastante interesante. Pero lo mejor llegó unos segundos después, cuando en un parpadeo Bell apareció a su lado.
–¡Brujería! –pensé en voz alta, completamente extrañado. Luego recordé que ya no estaba en el siglo XVI.
Sin embargo, las brujas siempre existieron y existirán (para joderme a mí, sobre todo) y podía haber algo de magia en ellas. De otra forma, no me explicaba lo que acababa de ver. Fue una especie de destello y zas! Ahí estaba Bell, pegando su espalda a la de Savannah, preparadas para enfrentarse con cazadores.
Lo vi todo desde unos tres pisos de altura. Desde esa ubicación, tenía una vista de pájaro excelente.
Ellos eran una docena. Ellas, dos.
No me pareció justo.
El primer ataque lo dieron ellos, cuando un par se les fue encima, pero Savannah y Bell supieron responder al ataque con gran facilidad, como si espantaran moscas, lo que desencadenó un remolino de patadas, giros y puñetazos.
Era como ver una película de acción.
De pronto, noté a un escurridizo que no había contado, agazapado detrás de un enorme bote de basura y preparándose para atacar a Bell por detrás, justo cuando otros dos retenían a Savannah.
-¡Ah, no! Ellas son mías –gruñí y salté desde la azotea para caer junto al escurridizo y partirle el cuello de un veloz movimiento.
Bell se giró hacia mí y vi sus ojos resplandecer. Eran verdes, muy verdes y brillantes, como luces de neón.
–¿Qué estás haciendo tú aquí? –me preguntó mientras se cargaba a dos tipos de una sola patada al estilo Van Damme.
–¿Qué crees que hago? –respondí alzando a otro idiota–, ¿Turismo? –y lo arrojé sobre otro.
–¡Deja de seguirnos!
–¡Ustedes son las que me siguen! Primero el club, luego el apartamento, el supermercado y ahora esto.
–¡Claro que no!
Nuestra discusión continuó en medio del remolido de puñetazos, patadas, huesos rotos y sobre todo, mucha sangre. Ellos parecían multiplicarse, pero ellas dos tenían tanta fuerza y agilidad como yo. Esquivaban balas, cuchillos, golpes y toda clase de ataques.
Comencé a creer que fue un error haberme metido.
–Desde que llegamos a Londres, no dejas de cruzarte en nuestro camino –agregó la pelirroja.
–¿Has oído hablar del destino, preciosa?
–¡Destino una mierda! Tu sola presencia es demasiada casualidad y yo no creo en las casualidades.
Era increíble la velocidad que tenían ambas para pelear, pero no atacaban para matar, solo para desarmarlos o noquearlos.
 –Come sal, estúpido demonio –me dijo uno apareciendo de la nada y apuntándome con su nueve milímetros.
Y antes de que yo pueda pestañar, Savy, la niña–malcriada–carita–de–ángel, se le apareció por detrás para sujetarle la frente con una mano y desgarrarle el cuello con la otra. Por un segundo me quedé como idiota mirando aquella escena, pero enseguida reaccioné y aproveché su ataque para quitarle el arma al tipo, partiéndole la mano.
El idiota cayó al piso sujetándose la garganta en un inútil intento de frenar la hemorragia que Savannah le había provocado. Ella me miró agitada, jadeando y con una oscura sonrisa en su hermoso rostro. Otra vez me quedé idiota, viendo la sangre que goteaba de sus dedos y sus ojos que brillaban de un color ambarino que jamás había visto antes. No era una nefilim, pero fuera lo que fuera, era fuerte, ágil, sexy y mortal.
Eché un veloz vistazo a nuestro alrededor. Menudo desastre el que provocamos. Algunos lograron escapar y los que quedaron vivos en el piso no podía siquiera moverse, excepto por uno que de repente sujetó mi pierna. El estúpido cazador se estaba desangrando en el suelo por el ataque de Savannah y aún tenía fuerzas para joderme. ¡Ja!
Soy un hombre benévolo, créanme, y no me gusta ver sufrir a las personas. Así que liberé por completo a la bestia que hay en mí, oscureciendo mis ojos, afilando mis dientes y arrojándome sobre él y sobre esa deliciosa herida para devorar su garganta y acabar de una vez con su calvario.
Ahh… La sangre de cazador es exquisita y revitalizante. La saboreé al igual que su carne, sabiendo que al día siguiente despertaría sintiéndome el doble de fuerte y luciendo un par de años más joven.
Luego advertí que mis vecinas me miraban horrorizadas. Alcé la vista y en un rincón noté a un maldito moribundo apuntándome con su única extremidad sana.
–¡Cuidado! –gritó Bell y le rompió el brazo de una patada.
Pero llegó tarde. La bala se clavó en mi hombro.
“¡Me cago en las putas balas de sal!”, fue lo único que pude pensar.
De un segundo a otro, sentí el jodido sodio entrando en contacto con mi sangre y dispersándose por todo mi cuerpo, paralizándome.
Caí de espaldas al suelo.
El resto fue oscuridad.
 

6 personas no pudieron evitar espiarnos y decir::

Yajaira Pérez :) dijo...

wooo!!!
esto esta geniaL!
sobre todo la parte de la pelea!! (mas cuando Kramer se quedo como idiota) ja!
um, sal...interesante, nada dificil de conseguir.
pero como se supone que se curan? o como eliminan la sal de su cuerpo?? :O

sera interesante ver como reacciona Bell ante esta situacion.

saludos! :D

Unknown dijo...

A Savy lo único que le queda de ángel es la cara... lalalalala jajajajaj
Me encanto la discusión mientras desmembraban a los cazadores (dedito para arriba)

Nefi, creo que debes usar chalecos antibalas mira que eso de quedar tirado medio muerto no es muy bueno.

Estoy esperando lo siguiente... No demoren!!

Unknown dijo...

ah... fascinante.... muy bueno la verdad...mmm... puedo saborear la sangre de cazador pero no se prefiero las cosas simple nada alto de sal... exquisito.

una lectura verdaderamente deliciosa y apetecible para el lector ...
bien echo kramer (una vez mas)
no sean del rogar publiquen pronto

lyd dijo...

vaya increible! sobre todo la pelea, me pregunto que pasara ahora con kramer, espero que publiques pronto!
saludos

Laune Finster dijo...

Oh, me gusto. La pelea... los comentarios, todo ajjajaajajajajajajjajajaja

Noooo, te hirieron..... ¿como van a eliminar la sal? Yo tambien estaba pensando en eso...hm....

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Bien hecho por intervenir. Aunque esa acción fuera mal recibida.

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